lunes, 22 de octubre de 2007

El Artico, la nueva región que las potencias buscan colonizar

Se cree que el 25% del petróleo y gas no descubiertos de la Tierra está incrustado en rocas debajo del océano Artico. Eso derivará en conflictos políticos e incluso climáticos.
Jeremy Rifkin ECONOMISTA NORTEAMERICANO
Si quedaba alguna duda sobre lo mal preparados que estamos para enfrentar el cambio climático, ésta desapareció este mes cuando dos mini submarinos rusos se sumergieron a tres kms de profundidad en medio del hielo del Artico, hasta llegar al fondo del océano, y plantaron en el lecho marino una bandera rusa de titanio. Esta primera misión tripulada hasta el fondo del Artico, que fue cuidadosamente organizada para la audiencia televisiva del mundo, fue el colmo del reality geopolítico. El presidente ruso Vladimir Putin felicitó a los buzos mientras su gobierno anunciaba su autoridad sobre cerca de la mitad del lecho oceánico del Artico. El gobierno ruso sostiene que el lecho marino que se encuentra debajo del polo, conocido como Cordillera Lomonosov, es una extensión de la masa continental de Rusia y forma parte, por ende, del territorio ruso. Para no verse sobrepasado, el primer ministro canadiense Stephen Harper arregló a último momento una visita de tres días al Artico para hacer presente el reclamo de su país sobre la región.Si bien en algunos aspectos todo el hecho tuvo algo de gracioso —una suerte de caricatura de expedición colonial de fines del siglo XIX—, el objetivo fue muy serio. Los geólogos creen que el 25% del petróleo y gas no descubiertos de la Tierra estaría incrustado en las rocas que están debajo del océano Artico.Las petroleras ya se apresuran para estar en primera fila y buscan cerrar contratos para explotar esa vasta riqueza petrolera potencial que está escondida debajo de los hielos del Artico. La petrolera BP creó una sociedad con Rosneft, la petrolera estatal rusa, para explorar la región. Al margen de Rusia y Canadá, otros tres países, Noruega, Dinamarca (Groenlandia es un propiedad danesa que llega hasta el Artico) y Estados Unidos reclaman el lecho marino del Artico como extensión de sus plataformas continentales y territorio soberano.Según la Ley de Tratado del Mar, adoptada en 1982, las naciones signatarias pueden atribuirse zonas económicas exclusivas para su explotación comercial, hasta los 320 kms de distancia desde sus aguas territoriales. Estados Unidos nunca firmó este tratado, por temor de que otras de sus cláusulas pudieran minarle soberanía e independencia política. Ahora, sin embargo, el repentino interés en el petróleo y gas del Artico ejerció una presión sobre los legisladores norteamericanos para que ratifiquen el tratado, de modo de que EE.UU. no quede excluido de la fiebre de petróleo del Artico.Pero lo que vuelve deprimente a todo este hecho es que el nuevo interés en explorar el lecho marino del Artico a la búsqueda de gas y petróleo es posible hoy en razón del cambio climático. Durante miles de años, los depósitos de combustible fósil permanecieron atrapados debajo del hielo, inaccesibles. Hoy, el calentamiento global derrite el hielo del Artico haciendo posible por primera vez la explotación comercial de los depósitos de gas y petróleo. Irónicamente, el mismo proceso de quema de combustibles fósiles libera cantidades masivas de dióxido de carbono y provoca un aumento de la temperatura terrestre, lo que a su vez derrite el hielo del Artico, volviendo disponibles más petróleo y gas para la energía. La quema de estos potenciales depósitos nuevos de gas y petróleo aumentará más todavía las emisiones de CO2 en las décadas venideras, reduciendo el hielo del Artico a una velocidad aún mayor.Pero la historia no termina aquí. Existe un factor mucho más peligroso en este drama que se está gestando en el Artico. A los expertos en climatología les preocupa otra cosa que está enterrada debajo del hielo y que de ser desenterrada podría hacer estragos en la biósfera terrestre, con consecuencias calamitosas para la vida humana.La mayor parte de la región siberiana del Artico sur, una zona del tamaño de Francia y Alemania combinadas, es una vasta turbera congelada. Antes de la era glacial precedente, la zona estaba representada mayormente por pastizales con vida silvestre. La llegada de los glaciares enterró a la materia orgánica debajo del permagel, en donde quedó desde entonces. (En geología, se denomina permagel o permafrost a la capa de hielo permanentemente congelada en los niveles superficiales del suelo de las regiones muy frías o periglaciares como es la tundra). Mientras que la superficie de Siberia es desértica mayormente, hay tanta materia orgánica enterrada debajo del permagel como la hay en todos los bosques tropicales del mundo.Hoy, en momentos en que la temperatura de la Tierra aumenta de forma sostenida a raíz del CO2 y de otras emisiones de gases de efecto invernadero, el permagel se está derritiendo, tanto en la superficie de la tierra como en los lechos marinos. Si el derretimiento del permagel se produce en presencia de oxígeno en la tierra, la descomposición de materia orgánica lleva a la producción de CO2. Si el permagel se derrite al lado de lagos, en ausencia de oxígeno, la materia que se desintegra libera metano a la atmósfera. El metano es el más poderoso de los gases efecto invernadero, con un efecto 23 veces mayor que el del CO2.Los investigadores ya comenzaron a advertir sobre el advenimiento de un punto crítico en algún momento de este siglo, cuando la liberación de metano y dióxido de carbono podría crear un efecto de retroalimentación incontrolable, que elevará de forma dramática la temperatura de la atmósfera, lo que a su vez aumentará la de la Tierra, los lagos y el lecho marino, derritiendo más todavía el permagel y liberando a la atmósfera más CO2 y metano. Una vez que se llegue a ese punto, no habrá nada que los seres humanos puedan hacer, de naturaleza política o tecnológica, para frenar un efecto de retroalimentación descontrolado.
Copyright Clarín y Jeremy Rifkin, 2007. Traducción: Silvia S. Simonetti.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Nuestro futuro energético es el sol, no el uranio


Los líderes del mundo están entusiasmados otra vez con la energía nuclear. Pero es cara e insegura y lleva insumos que se agotarán en breve.



Jeremy Rifkin Economista norteamericano


La energía nuclear vuelve a estar de moda. En la reciente cumbre del G8 en San Petersburgo, el presidente estadounidense George W. Bush y el presidente ruso Vladimir Putin anunciaron un acuerdo amplio para cooperar en la rápida "expansión de la energía nuclear en todo el mundo" y pidieron a otros países que los siguieran. Bush sostiene que la futura seguridad energética de Estados Unidos y del mundo estará supeditada al aumento de la dependencia de la energía nuclear. Una tecnología que durante años sufrió ignominiosamente en el purgatorio científico ha sido resucitada. Ahora, ante los costos en alza del petróleo en los mercados mundiales y el calentamiento global, se levantó el velo que cubría a la energía nuclear. Esta tecnología fue prácticamente sometida a un lifting y es saludada por algunos como la mejor energía para una era sin petróleo.Pero antes de dejarnos arrastrar por el entusiasmo, deberíamos analizar las consecuencias que tendría renuclearizar el mundo.Primero, la energía nuclear es imposible de solventar. Con un precio mínimo de 2.000 millones de dólares cada una, la nueva generación de plantas nucleares sigue siendo un 50% más cara que volver a poner en funcionamiento plantas de energía alimentadas con carbón, y mucho más cara que construir plantas de gas. El costo de duplicar la electricidad generada por energía nuclear en Estados Unidos podría exceder el medio billón de dólares. En un país que ya enfrenta una deuda récord, tanto pública como de los consumidores, ¿de dónde procederá el dinero para construir una nueva generación de plantas nucleares?Si los líderes políticos del mundo están decididos a seguir adelante con la energía nuclear, tendrán que reconocer que los consumidores pagarán ese precio en impuestos más altos para sustentar los subsidios públicos y facturas mensuales de electricidad más altas.En segundo lugar, llevamos 60 años de energía nuclear y nuestros científicos e ingenieros todavía no saben cómo transportar, eliminar y almacenar de manera segura los desechos nucleares. El resultado es que las barras de combustible apagado se amontonan en instalaciones nucleares de todo el mundo.En Estados Unidos, el gobierno nacional invirtió más de US$8.000 millones y 20 años en erigir lo que es en principio una sepultura subterránea hermética excavada en lo profundo del Monte Yucca en Nevada para contener material radioactivo. La bóveda fue diseñada para no filtrar durante 10.000 años. Lamentablemente, la Dirección de Protección Ambiental ya admite que la instalación de almacenamiento subterráneo filtrará.Tercero, según un estudio realizado en 2001 por la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) sobre disponibilidad de uranio, los recursos de uranio conocidos podrían no alcanzar para satisfacer las necesidades ya en 2026, en el caso de una elevada demanda, y en 2035, en el caso de una demanda intermedia. Por supuesto, nuevas exploraciones podrían llevar al descubrimiento de otros depósitos y los nuevos avances tecnológicos podrían reducir las necesidades de uranio, pero, tal como están las cosas actualmente, dichas posibilidades son puramente especulativas.Cuarto, la perspectiva de construir cientos e incluso miles de plantas nucleares en una época en que se difunde el terrorismo islámico es errática. Por un lado, Estados Unidos, la Unión Europea y gran parte del mundo están aterrados ante la mera posibilidad de que un solo país, Irán, pueda recurrir al uranio enriquecido de su programa para construir plantas nucleares, y usar el material para desarrollar una bomba nu clear. Por el otro, muchos de esos mismos gobiernos están ansiosos por difundir plantas nucleares en el mundo entero. Esto significa uranio y desechos nucleares apagados en tránsito por doquier y su acumulación en instalaciones improvisadas, en muchos casos, cerca de zonas urbanas densamente pobladas.Por último, la energía nuclear representa el tipo de tecnología altamente centralizada y deficiente de una época ya superada. En una era de tecnologías distributivas que están debilitando las jerarquías, descentralizando el poder y dando lugar a redes y modelos económicos de fuente abierta, la energía nuclear resulta anticuada.La energía nuclear fue en gran medida una creación de la Guerra Fría. Representó una concentración masiva de poder y reflejaba la geopolítica de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Hoy, sin embargo, la geopolítica del siglo XX enfrenta la emergente política de la biosfera del siglo XXI. El mundo se está aplanando. En todas partes, nuevas tecnologías están dando a todos las nuevas herramientas que necesitan para ser participantes activos en un mundo interconectado. La energía nuclear, por el contrario, es una energía de elite, controlada por unos pocos. En una era en que "el poder para la gente" ha pasado a ser un mantra entre los pobres y los desfavorecidos del mundo, la energía nuclear es una reliquia. Su resurrección nos hace retroceder en el tiempo.Deberíamos en cambio llevar adelante un esfuerzo agresivo para poner en funcionamiento toda la gama de tecnologías descentralizadas renovables —energía solar, eólica, geotérmica, hidroenergía y biomasa— y establecer una infraestructura de almacenamiento de hidrógeno con el fin de asegurar un suministro constante, ininterrumpido de energía para nuestras necesidades de electricidad y transporte.Nuestro futuro energético común está en el sol, no en el uranio.

Es muy peligroso querer reescribir la historia



Paul Kennedy HISTORIADOR, UNIVERSIDAD DE YALE
Occidente se alarma con razón frente a ciertas actitudes de la Rusia de Putin. Tendría que preocuparse más aún por sus ideas sobre orgullo nacional y manuales de escuela.



La Rusia de Vladimir Putin envía desde hace años señales muy claras de que ya no es el Estado debilitado, con problemas y dependiente de Occidente que fue tras la desintegración de la Unión Soviética.Muchos podrán decir ahora que esa recuperación tiene bases endebles, que reside casi por completo en el elevado precio del petróleo y el gas, así como en la afortunada posesión por parte de Rusia de grandes reservas de esos recursos vitales. Es cierto. Pero si se los invierte con inteligencia, los ingresos petroleros pueden mejorar el desarrollo tecnológico e industrial y la infraestructura nacional, como así también la seguridad militar. Es evidente que el régimen de Putin no sólo hace inversiones estratégicas inteligentes —en infraestructura, laboratorios, Fuerzas Armadas modernizadas—, sino que el flujo de dinero le da al Kremlin la confianza necesaria para instrumentar una política exterior fuerte con la seguridad que por el momento le brinda una serie de circunstancias globales que afectaron a los Estados Unidos, desviaron la atención de China e India (hacia el crecimiento y la modernización interna) y dieron una inmensa capacidad de maniobra a todos los países productores de petróleo. Putin, por otra parte, parece ser un jugador de póquer formidable.Las empresas petroleras occidentales, por su parte, descubren que un contrato por el control de recursos energéticos no es algo que el gobierno de Moscú considere necesariamente una obligación legal sagrada. A medida que el Estado ruso recupera su fuerza, insiste en modificar las condiciones, lo cual le asegura al Kremlin y a sus organismos un paquete mayoritario. Así las cosas, grandes empresas internacionales como BP, Exxon y ConocoPhillips, a las que siempre se había considerado actores independientes poderosos, ahora admiten que se encuentran en una posición más débil.Muchos de sus gerentes generales se agarran la cabeza al enterarse de que Rusia acaba de reclamar amplios derechos en el Polo Norte, lo que implica el derecho a la explotación de los recursos energéticos submarinos. Moscú parece avanzar en sus reclamos internacionales con la misma celeridad con la que denuncia los acuerdos de control de armas. Resulta difícil seguirle el ritmo.Si bien todo eso es inquietante, sobre todo para los intereses de las empresas occidentales y los teóricos izquierdistas de la conspiración capitalista global, de ningún modo es inusual. Son los pasos que da una elite de poder tradicional que, tras sufrir derrota y humillación, se dispone a recuperar sus bienes, su autoridad y su capacidad de intimidar.Sin embargo, las noticias de Rusia que más me interesan no son las relacionadas con submarinos teledirigidos bajo el casquete polar ártico ni las presiones para que Bielorrusia pague sus cuentas petroleras atrasadas. Lo que me intriga son las medidas más amplias y sutiles que instituye el régimen de Putin para alentar el orgullo nacional (o nacionalista).Bastará con dos ejemplos: la creación de un movimiento juvenil patriótico y la reescritura no tan sutil de los manuales escolares de Historia rusos. El movimiento juvenil, llamado "Nashi" ("de nosotros") nació hace un par de años, pero crece con rapidez alentado por organismos gubernamentales decididos a inculcar las virtudes adecuadas a la próxima generación y a usar esos cuadros ultrarrusos para apuntalar el régimen contra la crítica interna.Las políticas que impulsa Nashi son eclécticas, pero es probable que hubiera podido decirse lo mismo de la Jugend de Hitler hace setenta años. Entre sus principales características se encuentran la reverencia por la patria, el respeto por la familia, las tradiciones rusas y el matrimonio (a este historiador le cuesta resistirse a la frase "Kinder, Kueche, Kirche"), así como un notorio rechazo a los extranjeros. Es difícil determinar si los imperialistas estadounidenses, los terroristas chechenos o los estonios ingratos ocupan el primer lugar de la lista de los que amenazan el estilo de vida ruso.En este momento Nashi entrena a decenas de miles de jóvenes diligentes. Actualmente se encuentran en campamentos donde hacen ejercicio aeróbico, analizan políticas "adecuadas" y "corruptas", y reciben la educación necesaria para la lucha que se avecina. Hace poco se movilizó a gran número de ellos para hostilizar a los embajadores de Gran Bretaña y Estonia en Moscú (y no me digan que el Ministerio de Relaciones Exteriores no estaba al tanto) luego de las disputas de Rusia con esos dos países. Según el Financial Times, Nashi entrena a sesenta mil "líderes" en el seguimiento de elecciones y la realización de encuestas en boca de urna en los próximos comicios de diciembre y marzo. Cabe dudar de si su imparcialidad igualará la de, por ejemplo, un equipo de observadores electorales de la ONU. Todo eso me parece muy inquietante.También lo son las noticias de que Putin elogió personalmente a los autores de un reciente manual para profesores de Historia de colegios secundarios que intenta inculcar un nuevo orgullo a los adolescentes en relación con el pasado de su país y alentar la solidaridad nacional. Como historiador profesional, siempre rechazo la idea de que los Ministerios de Educación deban aprobar algún tipo de punto de vista oficial respecto del pasado nacional.Me alarma que el nuevo manual de Historia de Rusia enseña que "el ingreso al club de los países democráticos supone rendir parte de la propia soberanía nacional a EE.UU.", así como que otras lecciones contemporáneas de ese tenor les sugieren a los adolescentes rusos que en el exterior hay fuerzas oscuras.A la larga, las campañas deliberadas de adoctrinamiento de la juventud rusa y de reescritura de la historia pueden tener mucha importancia en el desarrollo del siglo XXI.

lunes, 3 de septiembre de 2007

EGO SUM...

Ego sum...
Por El Plan Fenix *

A raíz de las restricciones que se produjeron en el suministro de electricidad durante junio y julio, ha emergido nuevamente la cuestión energética. Este episodio reconoce disparadores de orden coyuntural; principalmente, la ocurrencia simultánea de escasez hidráulica en importantes cuencas generadoras y de temperaturas anormalmente bajas, con la consiguiente sobredemanda de gas. Pero, además, han aflorado diversas cuestiones estructurales referidas a la temática energética que requieren la adopción de decisiones, si se trata de asegurar un proceso sostenible de desarrollo con equidad. Una vez más, se enfrenta la evidencia del carácter estratégico del suministro energético, cuando las sociedades aspiran a una mejora de sus condiciones de vida y a la realización de sus potencialidades.
La instancia por la que atraviesa el suministro de energía en la Argentina permite afirmar que se está cerrando una etapa caracterizada simultáneamente por la abundancia de suministro de gas, el saldo excedentario en hidrocarburos líquidos y la sobrecapacidad de generación de energía eléctrica. Estas constataciones indican, sin duda, que resulta necesario avanzar hacia una nueva configuración de la oferta energética y en aspectos relacionados con la gestión de la demanda.
Se trata a continuación cada uno de estos tópicos.
En relación con el gas natural, la Argentina presenta hoy una matriz energética intensiva en gas, como ningún otro país en el mundo. Esta fuente aporta más del 40 por ciento del total consumido. Esto es el reflejo de un crecimiento abrupto –producido a fines de los años setenta– en las reservas, y de sucesivas decisiones políticas que alentaron la libre disponibilidad y la difusión de su empleo. De esta manera, el gas trascendió el uso residencial e industrial: se implementó un programa de reconversión del parque vehicular (actualmente responsable del 10 por ciento del consumo total) y se dio libertad a la exportación a países vecinos, la que llegó a representar un 15 por ciento del total producido. Además, se implantaron numerosas centrales generadoras de electricidad que utilizan únicamente este combustible, y que, ante su carencia, no pueden operar normalmente.
Estas decisiones, que respondieron al interés de las empresas privadas operadoras, violaron el elemental criterio de preservar las cada vez más escasas reservas estratégicas.
La revaluación a la baja de las principales reservas de gas y el crecimiento del consumo han reducido el horizonte de disponibilidad –alguna vez situado en más de 25 años– al orden de los 10 años y, al parecer, no existen expectativas a corto plazo de nuevos descubrimientos. El incentivo a su uso fue más allá de lo razonable y es un hecho que el gas no será tan abundante de aquí en más (al menos en un horizonte de mediano-largo plazo), por lo que debe diseñarse una estrategia de preservación y sustitución.
En cuanto a los hidrocarburos líquidos, éstos representan algo más del 40 por ciento del consumo energético. Al igual que en el caso del gas, existió una clara política, en la década pasada, de promover su extracción, sin obligación alguna de prospección y sin que existiera –al contrario de lo que ocurre en casi todos los países– reparo alguno ante el agotamiento de un recurso tan crítico. Esto permitió un incremento sensible e irracional de la producción. Las exportaciones alcanzaron en algún momento el 40 por ciento de la extracción. Hoy, la participación es menor, aunque significativa, y se encuentra parcialmente reconvertida a derivados que, por otra parte, tienen retenciones sensiblemente menores a las del petróleo. La ausencia de prospecciones anticipa la continuidad de la declinación de los valores producidos, y es esperable que el superávit externo en la cuenta de los hidrocarburos líquidos concluya en breve.
La generación eléctrica fue objeto de una profunda reforma en la década pasada. Ella significó la liberalización de la actividad y la separación entre generación, transporte y distribución. Una vez más, prevaleció la idea de que el mercado sería el mecanismo apto para la implantación de la capacidad necesaria tanto en producción como en transporte. Ahora bien, el potencial de generación se incrementó en cerca de 10.000 MW, dando lugar a holgura en la oferta. Pero más de un tercio de esta adición correspondió a decisiones tomadas y financiadas por el Estado (represas de Yacyretá y Piedra del Aguila), y lo restante fue producto tanto de una innovación tecnológica –la implementación de los ciclos combinados en generación térmica– como de la estrategia de monetizar las reservas de gas de parte de los productores que precisamente fueron los principales inversores en estos ciclos.
El incremento de oferta se tradujo en una caída del precio spot de la energía, que fue básicamente transferido a los usuarios industriales (no así a los residenciales), a fin de compensar el bajo tipo de cambio entonces vigente e incrementar ventas. Como producto de este esquema, cesaron virtualmente las inversiones en el año 2000. No hubo, además, nuevos emprendimientos en generación no térmica en toda la década pasada.
La demanda de capacidad se incrementó paulatinamente, en escalones anuales del orden de 800 MW, hasta tocar un pico (anómalo) de 18.300 MW en junio pasado, frente a una capacidad nominal instalada de 24.000 MW. Debe agregarse a esto la ineficacia de los estímulos “de mercado” para la expansión de redes de transporte eléctrico. Esta fue reconocida, en parte, en los años ‘90, con la creación del Fondo para el Transporte Eléctrico Federal. Por su parte, las empresas distribuidoras realizaron escasas inversiones para mejorar la calidad del servicio.
Rentas
En definitiva, el esquema regulatorio consolidado en la década pasada permitió capitalizar rápidamente rentas primarias y ganancias tecnológicas a un conjunto reducido de actores privados, pero por cierto se mostró incapaz para asegurar una eficaz gestión para el largo plazo. Es más, toda necesidad de racionalidad de mediano y largo plazo fue negada como consecuencia de una concepción de absoluto laissez faire que encubrió una apropiación de rentas con miras de muy corto plazo. El escenario fue entonces de agotamiento de los recursos fósiles. No existieron proyectos de diversificación de la matriz energética. Esta se concentró en el uso de los hidrocarburos líquidos y gaseosos, al tiempo que no se avanzó en la prospección. En conclusión, se dilapidaron recursos petroleros y gasíferos en épocas de energía barata. Ahora el posible agotamiento de reservas nos enfrenta a un mundo con costos decididamente más caros.
En este panorama se introduce el episodio reciente de restricción energética. Desde el Gobierno, se instrumentaron medidas coyunturales, razonables algunas de ellas (la contención del consumo eléctrico industrial y la restricción al uso del gas natural comprimido GNC), objetables otras (la no disminución del alumbrado público, claramente redundante en muchos casos). Pero tal vez la mayor carencia que se ha percibido en la sociedad es la de una explicación que enmarque las acciones tomadas en una perspectiva explícita de mediano y largo plazo.
Se insinúa una estrategia: por iniciativa gubernamental, se encuentran en curso, desde hace varios años, diversos proyectos de ampliación de la capacidad de generación y de transporte eléctrico y de gas. Buena parte de ellos está demorada, pero de concretarse en tiempo y forma los nuevos cronogramas anunciados para estas obras, sería posible la razonable gestión –durante los próximos cinco años– de un sistema que se ha mostrado cada vez más vulnerable, aunque no en el nivel crítico que ciertos voceros pretenden. Los recientes acuerdos referidos a la provisión de gas con países de la región, de cumplirse también en tiempo y forma, permitirán además despejar dificultades de abastecimiento.
Estas acciones son, sin embargo, insuficientes. Se impone avanzar hacia una formulación más integral, que aún está ausente. Claramente, el eje central debe ser el diseño de una transición hacia una matriz más diversificada, en la que hidroelectricidad y energía nuclear deberán ser las que más deberán crecer, además de recurrirse complementariamente a fuentes no convencionales, como los biocombustibles, la energía eólica y, en menor medida, la energía solar.
Propuestas
En este marco, varios son los carriles por los que debe transitar la acción gubernamental. Entre ellos, se señalan los siguientes:
1. Es necesario encarar una política de racionalización en el uso de los recursos energéticos, mediante acciones correctivas de desperdicios evidentes (como es el caso de una autopista interurbana iluminada de más de 200 km, algo posiblemente único en el mundo), la promoción sistemática del ahorro energético y la revalorización de opciones de bajo costo energético, como son los casos del transporte ferroviario y el transporte público urbano.
2. Es perentoria la redefinición del marco regulatorio de generación y transporte eléctrico. No es la descentralización sino la planificación lo que debe regir aquí. Ello es así tanto por la magnitud y elevada vida útil de las inversiones requeridas, como por el exhaustivo conocimiento existente acerca de la actividad, que torna inútiles las “señales” del mercado. En este marco, puede existir operación privada y puede regir por cierto el principio de marginalidad en la operación. Pero resulta indispensable que los excedentes que genere el sector por sobre sus costos, incluida una rentabilidad adecuada, sean destinados a un fondo para ampliación de la capacidad, gestionado por el Estado y no apropiado por el sector privado. Asimismo, generación y transporte deben ser gestionados en forma conjunta, bajo una lógica similar de planificación técnicamente fundamentada y transparente.
3. El sector petrolero y gasífero requiere una profunda reformulación. En lo referente al tema de las reservas, se requiere, ante todo, obtener un dato fiable acerca de su magnitud y probabilidad (algo hoy inexistente) e identificar el efectivo horizonte de disponibilidad del país, con el fin de delinear un plan de acción consistente. Respecto del plano contractual, debe reemplazarse la figura de concesionario por la del contratista y reinstalarse con convicción y firmeza la noción de que las reservas hidrocarburíferas son propiedad de la sociedad, y no de los operadores, lo que también vale para la renta que ellas generan. Esta renta –que hoy representa no menos de 15.000 millones de dólares anuales–, deducido lo apropiado por vía impositiva, podrá en parte ser redistribuida a la sociedad (como lo es de hecho ahora) con el fin de aprovechar la ventaja comparativa de la economía del país –o minimizar las desventajas relativas que la importación de energéticos acarrea– y el remanente, que estimamos en un 40 por ciento, favorecer el desarrollo y la distribución. Pero, además, debería constituir una de las bases mayores de financiamiento del crecimiento y reconversión energética, sea bajo la forma de nuevas prospecciones de hidrocarburos, sea como inversión en fuentes alternativas. La actual jurisdicción de las provincias sobre los recursos hidrocarburíferos de áreas no marítimas no debería ser óbice para alcanzar este propósito. La solvencia y la competitividad energéticas son propósitos que no pueden sino ser asumidos con firmeza por la Nación. Esto no ocurre en la actualidad, cuando las provincias extienden por décadas los contratos de concesión vigentes, alejando la posibilidad de modificar convenios que colisionan con el interés público. Por otra parte, se deberán analizar los aspectos jurídicos y económicos relacionados con la empresa Enarsa para posibilitar su real liderazgo en materia energética, priorizando el resguardo de la transparencia y la soberanía nacional.
4. La temática de precios y tarifas debe ser objeto de un cuidadoso tratamiento. Se ha aducido que el origen de la actual coyuntura restrictiva debe buscarse en la falta de realismo de las tarifas. Al respecto, resulta oportuno consignar lo siguiente: por una parte, las tarifas eléctricas y de gas han sido reajustadas considerablemente para usuarios no residenciales, lo que implicó reequilibrar los valores medios percibidos por los operadores, luego de las pronunciadas bajas en la década pasada (no percibidas, como ya se dijo, por los usuarios residenciales). Asimismo, debe destacarse que los consumos residenciales de electricidad y gas fueron los que menos crecieron desde 1998, a pesar de la caída real de las tarifas correspondientes. En consecuencia, no debe esperarse un impacto sustantivo sobre el consumo residencial de un eventual reajuste tarifario (salvo incrementos desmedidos). Esto no quita que, a largo plazo, el horizonte de una energía más cara suponga oportunas correcciones en particular sobre los sectores de elevados consumos eléctricos residenciales cuya tarifa es hoy irrisoria. Ello con el fin de contribuir a un uso más racional, siempre atendiendo a impactos distributivos para usuarios de bajos ingresos. Este reajuste afectará, de todas maneras, al conjunto de los usuarios. Es urgente encontrar una solución a la dramática situación de los sectores de menores recursos que utilizan gas envasado en garrafas que, como es sabido, resulta mucho más oneroso, promoviendo un precio diferencial en las áreas que así lo ameriten.
Largo plazo
En definitiva, el sector energético debería ser testigo de un mayor involucramiento estatal y social. Esta situación, que en parte se está produciendo de hecho, requiere ser consolidada de pleno derecho, y apoyada sobre estudios criteriosos y fundados, con la concurrencia de las universidades y centros de investigación que limiten, al menos, el sesgo que hoy provocan los intereses particulares.
Una visión de largo plazo –a un horizonte no menor a los 20 años– debería producir respuestas más adecuadas que las que surgen de mercados miopes y actores privados poderosos, carentes de perspectiva. Cuestiones tales como el futuro desarrollo minero (un gran consumidor de energía eléctrica) y de los biocombustibles deben ser tratadas en este contexto. En relación con estos últimos, ello no deberá comprometer el medio ambiente ni la seguridad alimentaria.
Hay, desde ya, medidas que pueden tomarse en el corto plazo, aunque siempre referenciadas a un marco estratégico. Es necesario, entre otras acciones, reducir la demanda de gasoil para el uso de vehículos livianos y apuntar a una convergencia de precios entre naftas y gas natural comprimido. Se requiere, además, avanzar en la reducción gradual de las exportaciones de hidrocarburos, supeditándolas al hallazgo de nuevas reservas.
La Argentina dispone todavía, por fortuna, de un importante caudal de recursos para enfrentar el desafío energético. Ellos comprenden un potencial hidroeléctrico todavía no explotado, espacios geográficos aptos para explotar biocombustibles y energía eólica y el potencial –hoy una incógnita– que pueden brindar los hidrocarburos aún no descubiertos, tanto en cuencas explotadas como en nuevas.
El carácter rentístico de la actividad de los hidrocarburos y su particular dinámica explican que se halle expuesta a la poderosa influencia de intereses generalmente opacos, en todas partes y sea cual fuere el particular modo de gestión que adopte: público o privado, ya que lo característico es algún tipo de interacción entre ambos. La historia y la actualidad ofrecen acabadas muestras de a qué extremos se puede llegar para lograr su apropiación. Resulta indispensable, pues, que se impulsen modos de gestión, controles y prácticas de comunicación que aseguren la máxima transparencia ante la opinión pública. En esta cuestión se verifican agudos déficit que deben llevar, rápidamente, a la redefinición de las políticas y las prácticas predominantes desde hace ya largo tiempo, tanto en el sector público como en el privado.
Nuestro país cuenta con los recursos intelectuales, técnicos, industriales y financieros necesarios. Entre éstos debemos contabilizar una rica y consolidada experiencia en el ámbito de la energía nuclear, sin menoscabar el hecho de que tanto la explotación hidroeléctrica como la de los hidrocarburos fueron también realizadas con personal altamente capacitado de origen local.
Considerar el sector energético como un potencial integrador de tramas productivas de alta tecnología debería ser una meta por lograr en pocos años. Para ello es indispensable considerar la temática de un modo integral a través de un sistema de planificación sólido y una mayor comunicación e interacción entre los sectores académicos y productivos. Se trata, ni más ni menos, de poner esta riqueza en movimiento, con racionalidad y bajo una gestión eficaz y transparente, al servicio de un proceso de desarrollo con equidad.

* Proyecto estratégico, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires.

General Motors pone a rodar un vehículo que usa hidrógeno como combustible

LUN 03/09/07 13:31 El fabricante presentó su nuevo modelo Hydrogen4, del que circularán 100 unidades en todo el mundo. Tiene un motor eléctrico de 100 caballos, alcanza una velocidad máxima de 160 km/h y tiene una autonomía de 320 kilómetros, gracias a un depósito que almacena 4,2 kilogramos de hidrógeno.

El Chevrolet Sequel, primo del Hydrogen4, fue uno de los primeros autos en integrar el sistema de propulsión a hidrógeno.

El fabricante automovilístico estadounidense General Motors (GM) comenzará ene le otoño europeo con una fase de pruebas en la que estudiará la aplicación de tecnologías que utilizan el hidrógeno como combustible en vehículos de uso cotidiano. El director de la filial europea de GM, Carl-Peter Foster, consideró hoy que los vehículos que incluyan esta tecnología, que aprovecha la energía que se desprende de la combinación del hidrógeno y el oxígeno, serán comparables en cuanto a las prestaciones y los costos a los automóviles que utilizan combustibles fósiles en 2010. GM presentó su nuevo modelo Hydrogen4, del que circularán 100 unidades en todo el mundo a partir del próximo otoño, la mayor parte en EE.UU., para comprobar el uso de la célula de hidrógeno en las rutas. El nuevo vehículo, basado en los medianos de la marca Chevrolet, tiene un motor eléctrico de 100 caballos, alcanza una velocidad máxima de 160 kilómetros por hora y tiene una autonomía de 320 kilómetros, gracias a un depósito que almacena 4,2 kilogramos de hidrógeno. La compañía mostrará el vehículo en el Salón Internacional del Automóvil de Fráncfort, que se celebrará del 13 al 23 de septiembre.

martes, 21 de agosto de 2007

martes, 14 de agosto de 2007


EINSTEIN


La India tiene el servicio de móviles más barato del mundo


MAR 14/08/07 13:22 El servicio de celulares cuesta 0,02 euros el minuto. Para el 2010, los expertos calculan que el 50 por ciento de la población india tendrá un teléfono móvil.
El 70 por ciento de la población de la India, en zonas rurales donde la mayoría no tiene electricidad, agua potable ni telefonía fija, en cambio dispone de teléfonos móviles, servicio que en este país tiene el precio del minuto más barato del mundo, una rupia que equivale a 0,02 euros. La India pasó de 1,6 millones de usuarios de telefonía móvil en el 2000 a 142,7 millones este año, el triple de los abonados a la telefonía fija, según un informe de BBC World. La cobertura de telefonía móvil llega al 13 por ciento, pero según los expertos del mercado la previsión es que para el 2010, el 50 por ciento de la población india tendrá un teléfono móvil.

De la inflación al síndrome holandés

Luis Arce Catacora*
En la década de los 60 los Países Bajos experimentaron un sorpresivo crecimiento en sus ingresos gracias al descubrimiento de ricos yacimientos gasíferos. Sorpresivamente, este auge provocó un descalabro que se tradujo en inflación y en la pérdida de la competitividad de sus exportaciones. En los 70, los países petroleros se contagiaron y, 10 años después, el síndrome llegó a Colombia con sabor a café.
Este fenómeno, que ingresó a la teoría económica con el rótulo de “enfermedad holandesa”, se refiere a los efectos negativos que vive una economía por una prosperidad repentina originada en el aumento transitorio del precio o la producción de una materia prima.
Con la rapidez que los caracteriza, varios analistas y opinadores económicos concluyeron en que Bolivia padece del mal, alimentado así la espiral de expectativas que el pasado julio fue responsable del 50% del aumento de precios.
Sin embargo y para tranquilidad de los bolivianos, ese diagnóstico pasó por alto los síntomas inequívocos de la enfermedad. Primero, la apreciación real y no la nominal (la que figura en las pizarras de los bancos) del tipo de cambio es la que vale para el análisis pues considera la variación de las monedas de los países con los que se tiene relación comercial y, segundo, la economía afectada vive una drástica migración de capitales y recursos humanos hacia las actividades económicas en bonanza.
Los medios de contagio tampoco corresponden al síndrome holandés pues no existe una reasignación de recursos productivos y no hay un aumento desmedido del gasto interno. Si así fuese, inversores, empresarios y trabajadores hubieran abandonado sus emprendimientos para dedicarse a la minería e hidrocarburos, y el sector público registraría un déficit fiscal.
Un análisis objetivo de la apreciación del tipo de cambio ratifica que el dictamen de los analistas está errado. Aunque en los dos últimos años la política de gobierno permitió que el boliviano se aprecie en términos nominales, se depreció en términos reales. Los datos del Banco Central muestran que entre el 2003 y el 2007 se experimentó la depreciación real de la moneda nacional respecto a la de los principales socios comerciales, en especial Brasil (95,4%) y Colombia (61,5%). Esto significa que la competitividad cambiaria, la que interesa a los exportadores, mejoró pues sus productos son más baratos en esos mercados.
Es más, desde enero del 2003 la tendencia del tipo de cambio real (TCR) es a la depreciación y hoy se encuentra en los niveles más altos desde 1990 cuando el índice del TCR no llegaba a 90 puntos: el pasado mes el indicador superó los 113 puntos, dejando atrás los 106 registrados en julio de 1995.
Con relación al segundo síntoma, un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional afirma que es improbable una reasignación drástica de factores productivos desde un sector como el manufacturero —intensivo en mano de obra— a otro tan especializado como el petrolero —intensivo en capital—, por ejemplo.
Si bien existe una subida en el gasto del sector público, dice el FMI, también hay un aumento sustancial en la recaudación tributaria (11,2% entre junio del 2006 y 2007), lo que permite reducir las presiones sobre el gasto interno. La revisión de las cifras no deja lugar a dudas: el ahorro en el sector público no financiero se tradujo en un superávit fiscal de 4,6% del PIB el 2006 y de 3% en el primer semestre del año.
Una vez más queda claro que la economía nacional marcha por el camino correcto pero, lo más importante, que los bolivianos no podemos dejarnos llevar por evaluaciones imprecisas y superficiales que intentan socavar la certidumbre sobre un patrimonio nacional como la estabilidad macroeconómica.
*Luis Arce Catacoraes ministro de Hacienda.

El hombre más rico del mundo


Por Julian Rodriguez Marin

Desde México


El magnate mexicano Carlos Slim asegura que no le afecta que le digan que es el más rico del mundo, puesto que alcanzó según la revista Fortune. Cuando se oficializó, aseguró que eso no tiene ninguna importancia para él porque su mayor orgullo es su familia. El mexicano, de 67 años, tiene una fortuna de 59.000 millones de dólares, frente a los 58.000 millones del estadounidense Bill Gates. Esa es la estimación de esa tradicional revista que año a año calcula esas fortunas a partir del valor en bolsa que sus respectivas compañías tenían a finales de julio pasado.
Slim, que encabeza un conglomerado de decenas de empresas, explicó la semana pasada a medios extranjeros que a él no le importa si es el primero, el vigésimo o el 2000 en la lista de los más ricos, puesto que para él lo más importante es lograr que la actividad empresarial sea compatible con la familia y cumplir con su responsabilidad social. El empresario mexicano dijo que aunque ya está jubilado de los negocios –aunque sigue siendo la cabeza estratégica de su grupo económico– dedica todo su tiempo a las diversas actividades altruistas de sus fundaciones, que tienen el propósito de mejorar el nivel de vida de los mexicanos y de América latina. Aseguró que no se trata de repartir dinero porque la entrega de dinero no ayuda, sino de resolver problemas y acabar con la pobreza con educación y empleo. “Estoy convencido a fondo, hasta el tuétano, de que la mejor inversión es combatir la pobreza, no solamente por sentirte bien o por razones morales o de justicia social, sino para el desarrollo del país, que se sustenta en el bienestar de los demás”, dijo.
Nacido en 1940, el presidente vitalicio del Consejo de Administración de Teléfonos de México (Telmex) cuestionó en marzo pasado el método usado por Forbes, que entonces lo ubicaba en segundo lugar con 53.100 millones de dólares, para hacer sus cálculos, y señaló que sus activos no han variado tanto como sostiene esa publicación. “Lo que hacen es valuar las empresas por su precio en el mercado y éstos han estado subiendo. Yo sigo teniendo lo mismo que hace 10 años. No tengo ni departamentos ni casas fuera”, explicó. Slim debe su riqueza a su imperio empresarial, que pasa por la telefónica mexicana Telmex y la compañía de telefonía celular América Móvil, las dos mayores de América latina, el Grupo Carso y la entidad financiera Inbursa, entre muchas otras. El empresario mexicano se destaca en el mundo de los magnates porque ningún otro multimillonario del planeta ha podido acumular tanto dinero en tan pocos años.
Hijo de inmigrantes libaneses llegados a México a comienzos del siglo XX, la fortuna de Slim se consolidó en 1990, cuando consiguió hacerse con el 20 por ciento de la privatizada Telmex, operación que se conoció como “la venta del siglo”. Su fortuna, que era de 7400 millones de dólares en 2003, fue evaluada dos años más tarde en 30.000 millones, lo que le significó escalar del puesto 35 al segundo en la lista este año, al acumular 53.100 millones de dólares, según publicó Forbes hace unos meses, y al primero de acuerdo con Fortune en su publicación de la última semana.
En México los tentáculos de su imperio cubren una infinidad de sectores productivos, beneficiado, en parte, por una laxa normativa antimonopólica que le ha permitido tener una posición dominante en el sector de las telecomunicaciones. A través del Grupo Carso, Slim posee empresas dedicadas a la manufactura y comercialización de productos para la industria de la construcción, infraestructura, petróleo, energía, electrónica, automotriz y telecomunicaciones. Socio de la aerolínea de bajo costo Volaris y de la cadena Televisa, en el sector financiero Slim concentra sus operaciones en el grupo Inbursa, que reúne operaciones de banco, seguros, pensiones, fondos para el retiro, arrendamiento de propiedades, sociedades de inversión y salud. En los últimos años varias firmas de este ingeniero civil, graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México, se expandieron en Latinoamérica, principalmente las de telecomunicaciones, vía adquisiciones de otras compañías, al punto que ya opera en 16 países de la región y en Estados Unidos. Slim ha dejado las riendas de su imperio en manos de sus tres hijos (Carlos, Marco Antonio y Patrick) y de sus yernos.
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Comercio entre Brasil y Argentina


historia de la economia argentina del siglo xx. desde 1880 hasta la actualidad

El traumático sendero de auges y crisis
Página/12 presenta una nueva colección sobre la historia de la economía del país, compuesta por sesenta fascículos que se entregarán gratis con el diario cada miércoles. Mario Rapoport es el director académico de esta obra, economista e historiador que a lo largo de su destacada trayectoria de investigación profundizó el análisis de diversas etapas de la economía del país.
Por Natalia Aruguete

El miércoles, Página/12 entregará junto al diario en forma gratuita el primer fascículo de sesenta que constituirán una obra extraordinaria: Historia de la economía argentina del siglo XX. Desde 1880 hasta la actualidad. Cada semana, gratis con el diario, se presentarán avances importantes y retrocesos profundos de la economía; crisis; contradicciones; decisiones políticas que repiten errores del pasado. Estos y otros aspectos forman parte de la historia económica argentina desde 1880 hasta la actualidad. La colección es dirigida por Alfredo Zaiat y la dirección académica está bajo el mando de Mario Rapoport. Desde el Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social (Facultad de Ciencias Económicas-UBA), Rapoport profundizó el análisis de diversas etapas de la economía del país. Entre sus investigaciones más recientes figura el libro El viraje del siglo XXI. Deudas y desafíos en la Argentina, América Latina y el mundo. Cash dialogó con Rapoport sobre los momentos que constituyeron un punto de inflexión en la historia del país, las estrategias económicas que caracterizaron la idiosincrasia del poder político en cada etapa y sobre personajes destacados del pensamiento económico argentino.
¿Cuáles fueron para usted los momentos clave de la historia económica argentina?
–En 1880 se concreta la organización nacional, se unifica desde el punto de vista militar y monetario, se federaliza la ciudad de Buenos Aires y aparece el primer gobierno nacional constituido. La campaña del desierto permite ganar una gran cantidad de tierras que pasan a ser propiedad de los terratenientes. Un segundo momento es la crisis de 1890, que muestra los límites del modelo agroexportador basado en gran medida en el endeudamiento externo. Frente a ese endeudamiento excesivo –una gran parte del cual tiene fines especulativos– estalla la crisis. Pero la crisis también es política. El régimen conservador tiene una democracia ficta (una ficción), los gobiernos eligen a sus sucesores sin la participación de la oposición o a través del fraude electoral. En 1890 diversos sectores forman la Unión Cívica y hacen la Revolución del Parque.
¿Qué implicancias tuvo la Revolución del Parque?
–Se crea un partido verdaderamente opositor y el primer partido nacional, porque los conservadores no habían conformado un partido nacional.
La oposición de la Unión Cívica al régimen conservador, ¿se vio reflejada en un cambio en la política económica a partir de la asunción del gobierno de Hipólito Yrigoyen?
–No. No aparece definida una política económica que trasvase los límites del modelo agroexportador, ni en el gobierno de Yrigoyen ni en el de Marcelo T. de Alvear. En 1916, cuando llega al poder el radicalismo, el principio fundamental es instaurar un sistema de gobierno verdaderamente democrático. Pero el yrigoyenismo tiene un problema político: es minoría en la Cámara de Senadores y eso le impide imponer muchas medidas económicas, como la creación de un Banco Central o la nacionalización del petróleo.
¿Cómo caracteriza la política petrolera del radicalismo?
–Es importante la creación de YPF, que toma impulso con la llegada del general Enrique Mosconi, bajo la presidencia de Alvear. YPF, que coexiste con empresas extranjeras, tiene un poder estratégico. Ocupa una porción fundamental del mercado y puede imponer políticas. El radicalismo plantea que las empresas extranjeras no pueden seguir explotando nuestro suelo y que hay que nacionalizarlas. Algo con lo que Mosconi no estaba tan de acuerdo.
¿Por qué no estaba de acuerdo?
–Porque prefería la implementación de empresas mixtas.
¿Con qué argumento?
–En esa época las nacionalizaciones no estaban a la orden del día. La política de la oligarquía suponía siempre recurrir al capital extranjero. Sin embargo, se toman medidas urticantes, como la importación de petróleo soviético ante un cierto boicot en las empresas extranjeras. Mosconi usa YPF cuando esas compañías quieren aumentar el precio de los combustibles y logra rebajarlo.
¿Qué etapa importante le sigue a ésta?
–La crisis del ‘30. La crisis mundial, a partir del crac de 1929 en Estados Unidos, produce una contracción de la venta de productos al exterior y un déficit en la balanza comercial argentina. Desde el punto de vista político, se da un cambio que va a contracorriente de los cambios que se están produciendo en ese momento en América latina para enfrentar la crisis. Mientras en Brasil sube una coalición de la mano de Getulio Vargas que expresa los intereses de los terratenientes del Sur, de sectores de la burguesía industrial y de sectores sindicales, en Argentina retorna la vieja oligarquía conservadora.
Usted dijo que la crisis de 1890 mostró el agotamiento del modelo agroexportador. Sin embargo, en las gestiones posteriores a esa crisis, las políticas públicas siguieron dirigiéndose al sector agropecuario.
–Pero con una contradicción que se hace carne en la primera posguerra: la aparición de Estados Unidos. El modelo agroexportador tiene una vinculación importante con Gran Bretaña, porque Argentina tiene su principal mercado allí y además el 60 por ciento de las inversiones extranjeras en el país son británicas. Cuando entra Estados Unidos disputando sectores donde los británicos tenían primacía, las cosas empiezan a cambiar. El problema con Estados Unidos es que sus productos agropecuarios compiten con los argentinos.
¿Qué salida se buscó a esta problemática?
–La única solución se da a través de un triángulo de relaciones por el cual Argentina exporta a Gran Bretaña e importa de Estados Unidos. Tiene superávit comercial con Gran Bretaña y déficit con Estados Unidos, con quien además empieza a tener relaciones financieras.
¿A qué atribuye la intervención del Estado que comienza a darse en la década del ‘30?
–Hay un cierre de los mercados, caen las exportaciones, hay déficit comercial. El gobierno entrante, conservador de derecha, implementa políticas proteccionistas, eleva los aranceles a la importación, y crea por primera vez el control de cambios. En el gobierno de Uriburu hay un personaje importante que es el secretario de Hacienda, Raúl Prebisch.
¿Por qué Prebisch fue convocado por el gobierno de Uriburu?
–Tiene prestigio, pero sobre todo es primo de los Uriburu. Las primeras medidas que toma el gobierno de Uriburu son muy ortodoxas, poco a poco se dan cuenta que eso no sirve. El objetivo esencial de este gobierno es salvar a los sectores afectados de la oligarquía, por eso se crea una cantidad de Juntas Nacionales que compran a los productores agropecuarios a precios mayores que los internacionales y los venden a precios deprimidos.
Prebisch apareció en etapas muy distintas de la historia argentina.
–Es un personaje contradictorio. En los años ‘20, su primer artículo es socialista, casi marxista. Sus primeras tesis adhieren a la idea del endeudamiento externo como causa principal de los males del país. A su vez logra tener una buena audiencia en sectores de la oligarquía. La buena relación con Pinedo hace que integre su equipo económico en 1933. También es negociador en el Pacto Roca-Runciman, que luego le es difícil defender. En el ‘43 se vuelve antiperonista, se va a Chile y es uno de los fundadores de la Cepal. Paradójicamente, sus ideas coinciden con las que se practican durante el peronismo.
¿Qué otro personaje jugó un papel importante en la economía?
–Alejandro Bunge, un ingeniero que se dedica a la economía. Sus ideas industrialistas, integracionistas –aunque también racistas y discriminatorias– tienen mucha importancia, pero en ese momento no es escuchado. Bunge tiene una gran influencia, incluso después de su muerte, en los inicios del peronismo.
¿Qué incidencia tuvo el golpe de 1943 en la política económica?
–Irrumpe una fuerza política diferente con políticas económicas distintas. Expresa otro país, ya no abierto sino semicerrado. Hay una autonomización de la economía argentina. Se refuerza el proceso de industrialización. Con el éxodo de inmigrantes rurales al Gran Buenos Aires, aparece un nuevo electorado que no había sido captado por ninguna fuerza política, en un marco de gran descrédito político. Perón entra en contacto con sectores sindicales, aunque su idea no era ser líder de un partido laborista, sino de una alianza obrero-empresarial. Pero esa alianza no se termina de conformar porque la Unión Industrial Argentina está dominada por empresas extranjeras y por la oligarquía, que se oponen a Perón.
¿Qué tipo de vínculo se dio entre el sector agropecuario y el industrial?
–No hay una vinculación estricta entre sectores agropecuarios e industriales. De hecho, el entonces presidente de la Unión Industrial, Luis Colombo, responde muchas veces más a los intereses agropecuarios que a los de los industriales. La oligarquía terrateniente prefiere no hacer inversiones de riesgo, eso lo deja para el capital extranjero. No le interesa el sector industrial porque tenía una idiosincrasia muy “rentística”. Las industrias más emblemáticas son de sectores nuevos.
¿Y qué concepción tienen esos “sectores nuevos”?
–Son fundamentalmente de origen inmigrante. Es muy importante la inversión de capital de origen norteamericano. En la industria hay tres sectores. Uno de origen extranjero con mucha influencia en la UIA. Otro de origen nacional, ligado a la vieja oligarquía y a la industria de materias primas locales, pero que no es determinante. El tercero es el de la pequeña y mediana empresa que no tiene una representación muy importante en la Unión Industrial.
¿Hay alguna etapa en la que las políticas de gobierno hayan estado más dirigidas al sector industrial que al agrícola-ganadero?
–El peronismo tiene una política conciente de apoyo al sector industrial, cosa que la oligarquía no había hecho en el período anterior. Lo hace también para privilegiar a los trabajadores, pero son los industriales los que se benefician con la ampliación de la demanda interna y con créditos baratos. La oligarquía, en el ‘30, hace una industrialización más defensiva. Pero el primer impulso conciente hacia la industrialización se da en el peronismo. Y los gobiernos siguientes, civiles y militares, continúan ese proceso. Entre 1964 y 1974 hay diez años seguidos de crecimiento, con tasas más bajas que las actuales, pero interesantes. Este proceso da lugar a la segunda etapa de sustitución de importaciones, con importación de bienes de capital y exportación de productos con valor agregado. Esto se quiebra con la dictadura en 1976.
¿Por qué se da esa quiebra?
–Un planteo que hay que hacer es en qué medida ese proyecto de industrialización podía o no continuar. De hecho, se discontinuó por un problema político, no por un problema económico. La dictadura militar tiene objetivos económicos y políticos. En lo político, quebrar el eje estructural productivo que habían creado las alianzas políticas populistas. En lo económico, hay dos elementos: el retorno a la estructura agroexportadora y la “financiarización” de la economía a partir del flujo de capitales que provienen del exterior.
¿Qué efectos tuvo sobre la economía el retorno a la democracia en 1983?
–Más que con el retorno a la democracia, el cambio de la política económica se produce cuando llega Carlos Menem al poder. Lo de Alfonsín es una continuidad. Con Menem se vuelve a un proceso de valorización financiera. Se empieza a hablar de globalización, de excedentes financieros que pueden colocarse en países emergentes. Se desendeuda a los bancos con el Plan Brady y se implementan a ultranza los principios del consenso de Washington. Obviamente no sirvió para nada. El gobierno de Menem representa por primera vez en la historia argentina un gobierno de derecha, liberal y manejado por un caudillo popular que lidera el partido mayoritario. Lo que la oligarquía no había encontrado en los militares lo encuentra con Menem, que es la imagen inversa del peronismo inicial.

Teoría de Juegos III

Por Adrián Paenza

La Teoría de Juegos es una rama de la matemática o, mejor dicho, es el lenguaje matemático que trata de describir y modelar cómo interactúa la gente.
Uno de los exponentes más importantes en este campo es el matemático John Nash (inmortalizado en la película Una mente brillante). Nash consiguió el Premio Nobel en Economía en 1994 justamente por sus aportes a la Teoría de Juegos.
Quiero mostrar aquí algo más relacionado con el tema.
Para empezar, sígame con el siguiente razonamiento: por un lado, existen los juegos llamados de suma cero. Por ejemplo, si usted juega al truco o al poker con otras personas y hay dinero involucrado, todo lo que ganó uno es el resultado de lo que otros perdieron. La suma del dinero involucrado da cero, si uno cuenta como positivo lo que alguien gana y negativo lo que alguien pierde. Es decir: nadie puede ganar un dinero que otro no perdió (y viceversa).
El aporte de Nash fue considerar lo que llamó los juegos que “no suman cero”. Cuando aún no había cumplido 30 años, desarrolló el concepto de lo que hoy se conoce con el nombre de “equilibrio de Nash”. Esta es una definición muy interesante sobre lo que significa alcanzar una situación en la que todos los participantes se van a sentir contentos.
Puede que alguno de ellos hubiera podido obtener algo “mejor” si actuaba en forma individual, pero colectivamente es la mejor situación posible (para el grupo). Es decir, todos los participantes advierten que es mejor establecer una “estrategia para todos” que una individual.
Esto aparece muchas veces en el “mundo real”. Cuando se trata de un juego uno contra uno, el “equilibrio de Nash” se alcanza cuando nadie tiene nada para reclamar, en el sentido de que uno no variaría lo que hizo o está por hacer aun sabiendo lo que va a hacer el otro.
En un juego de cartas, sería como decidir qué carta uno va a jugar, aunque pudiera ver las cartas del otro.
Por ejemplo: supongamos que veinte personas van a comprar durante un cierto mes del año un determinado modelo de auto. Quizás, cada uno de ellos pueda negociar un precio que le convenga personalmente. Pero si se pusieran de acuerdo en entrar a la concesionaria todos juntos y llevaran una oferta para comprar veinte autos, es esperable que obtengan un mejor precio.
Es casi una “teoría del compromiso”, algo muy sencillo, pero nadie lo había podido sistematizar hasta que lo hizo Nash. El no estaba tan interesado en cómo alcanzar un equilibrio en el sentido de que todo el mundo va a estar contento con su posición, pero sí sobre cómo deberían ser las propiedades que un equilibrio debería tener.
Una idea aproximada de lo que hizo Nash es la siguiente: si uno recorriera a todos los integrantes de una mesa (de negociaciones, por ejemplo) y les preguntara “si todos los otros jugadores se mantuvieran en la posición que están ahora, ¿usted cambiaría lo que está haciendo?”. Esto es como preguntar si cada uno mantendría su posición si supiera que todo el resto se mantendría quieto. Esta es la lógica que sirve para alcanzar el “equilibrio de Nash”.
Mucho tiempo después de que Nash escribiera su teoría del equilibrio, el mundo comenzó a usarla. De hecho, el mejor exponente fue cómo se empezó a tratar el tema de las “licitaciones” o “remates” y presentó un ejemplo maravilloso: las reglas que gobiernan un remate son las mismas que gobiernan un “juego”. Entonces, los “apostadores” son los competidores en un juego, las estrategias son “su plan de acción”, la forma en la que va a apostar y la ganancia es quién obtiene lo que se vendía y cuánto se paga por lo que está en juego.
Para los que trabajan en Teoría de Juegos, este tipo de “licitaciones” o “remates” les permiten predecir lo que los jugadores van a hacer, aprovechando lo que saben del equilibrio de Nash y transforman reglas, que podrían ser muy complicadas, en algo “analizable”. No sólo eso: en este tipo de operaciones, cuando hay “grandes licitaciones”, cuando se habla de miles de millones de dólares, los apostadores saben bien qué hacer. Ellos saben que hay mucho dinero en juego; se pasan mucho tiempo pensando y contratan expertos para que les permitan mejorar sus posiciones.
Es obvio que en este caso estoy hablando de licitaciones gubernamentales, en las que aparecen –por ejemplo– empresas de telefonía o de Internet o de telefonía celular involucradas.
En el pasado, este tipo de licitaciones se manejaba en forma arbitraria, algo así como un concurso de belleza. Las ganaba el que seducía mejor. Como consecuencia, el resultado era que los gobiernos no conseguían que nadie pagara el verdadero valor de lo que estaba en juego, y eso sin hablar de la corrupción endémica de quienes negocian este tipo de contratos.
De hecho, con el aporte de Nash, los gobiernos tienen ahora una herramienta muy poderosa, que es la de que los interesados “apuesten” para conseguir lo que quieren, de manera tal de obtener la mayor cantidad de dinero posible. En el año 2002, con la participación de matemáticos expertos en Teoría de Juegos, liderados por Ken Binmore, el gobierno inglés escribió sus reglas para otorgar la licencia para la tercera generación de telefonía móvil. Binmore y su equipo se pasaron dos años pensando en todas las posibles licitaciones (aunque esto suene exagerado). El resultado: el gobierno inglés consiguió 23 mil millones de libras esterlinas (algo así como 46 mil millones de dólares al cambio de fines de julio del 2007). Y eso, por haber usado la teoría de Nash, quien empezó hace 50 años analizando los juegos de ajedrez y de poker, y ahora sus ideas impactan en la economía global y son capaces de generar miles de millones de dólares para los gobiernos (si es que se deciden a usarlas).
Nash, en todo caso, hizo algo muy sencillo, que hasta parece increíble que nadie lo hubiera podido ver antes. Pero claro, los que merecen reconocimiento son aquellos que “miraron en el lugar hacia donde todos apuntaban, pero vieron lo que nadie vio antes”. Quizás, ver lo obvio es tener una gran idea. Siempre hay una primera persona que lo ve.
Quiero terminar con algo que escribí varias veces: es raro que de una ciencia (la matemática) que tiene una rama que se llama Teoría de Juegos, se pueda decir que es aburrida, árida o tenga tanta gente protestando (con razón): “Yo no nací para esto”. Si es así como yo lo pienso, los comunicadores/docentes debemos estar haciendo algo mal.
¿Quién no jugó mientras fue niño? ¿Por qué no seguir haciéndolo ahora que somos adultos?

Para bajar el "índice de desdicha"

John Wasik
ECONOMISTA, COLUMNISTA BLOOMBERG

«dC«Dontempla cambios en su vida? Usted debe hacer una investigación personal. Los economistas que estudian el comportamiento llamarían a esto monitorear el "bienestar subjetivo".No es difícil decir qué no funciona en su vida. Puede ser su empleo, la carga horaria, los viajes al trabajo o las frustraciones familiares. No obstante, es útil medir cuánto tiempo dedica a actividades desagradables.El psicólogo y premio Nobel Daniel Kahnemann y el economista Alan Krueger han creado lo que llaman Indice U. Es una forma de medir cuánto tiempo pasa la gente en cosas que no le satisfacen. Es en realidad un "índice de desdicha". Le preguntaban a la gente cuánto tiempo pasan en las relaciones íntimas, vida social, actividad física, cocinar, cuidar a los chicos, trabajar y viajar al empleo. Después pedían que calificaran su nivel de satisfacción. Las comidas, los acontecimientos sociales y los momentos de ocio obtuvieron los puntajes más altos, mientras que los viajes en transporte urbano, las tareas domésticas, el cuidado de los chicos, las compras y el trabajo tuvieron bajas notas.Calificar los factores de desagrado es sólo parte del cuadro. El bienestar, como descubrieron los investigadores, es mucho más complejo. Como la característica más elusiva en los estudios sobre la felicidad, el bienestar está íntimamente conectado con la salud, el status social y la riqueza. Las investigaciones han demostrado que aunque la mayoría de los estadounidenses hacen el doble de dinero que hacían una generación atrás, dicen que no están más felices que aquella generación.Una vez que uno aísla lo que no funciona en su vida, ¿qué hace a continuación?«+Puede contratar a un entrenador, planificador o consejero. Vaya con objetivos para su nueva vida.«+ Descubra qué se necesitará para alcanzar su nueva prosperidad. ¿Una capacitación? ¿Cuánto costará? ¿Cómo pagará sus cuentas mientras tanto? ¿Qué cambios de vida deberá hacer?«+ Mientras hace la transición, no debería preocuparse por el dinero.
Copyright Clarín y Bloomberg, 2007.

martes, 7 de agosto de 2007

Hiroshima y Nagasaki

Por Carlos Duguech
El 16 de julio de 1945, en el desierto de Nevada, EE.UU., se hacía la primera explosión atómica de la historia, culminación del secreto mejor guardado por el gobierno estadounidense. La euforia de los científicos y técnicos encabezados por Robert Oppenheimer fue incontenible. Alemania ya se había rendido. Hasta la Organización de Naciones Unidas, fundada en la Carta de San Francisco el 26 de junio, daba la guerra como hecho concluido: "[...] que por dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles [...]". Para los países vencedores, fundadores de la ONU, la guerra había terminado, y lo expresaron así en el texto fundacional del organismo. Japón tenía la derrota total a la vista. Sin embargo, se instaló la idea de que las bombas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki se habían lanzado para evitar la muerte de un millón de combatientes, aserción tan mentirosa como la que se pretendió instalar en los tiempos anteriores a la agresión contra Irak, cuando se adujo la existencia de armas de destrucción masiva. La primera víctima de la guerra siempre es la verdad. Los Estados Unidos necesitaban probar sobre un blanco determinado (una ciudad abierta, no bombardeada antes). Sólo se conocía el efecto de un ensayo de laboratorio y no se podía perder la oportunidad de probarla en un acto de guerra "legítimo". En ese contexto, planificada ya la invasión a Kiushu con armas convencionales para el 1º de noviembre de 1945, nace la Declaración de Potsdam, que convoca a la rendición incondicional de Japón. Shigenori Togo, ministro de Relaciones Exteriores, recibe de Hirohito la orden de requerir gestiones de la URSS -neutral en el frente bélico del Pacífico- que permitieran pactar una rendición. Truman dio la orden de lanzamiento sin esperar la respuesta japonesa a su intimación, con condiciones que se sabían inaceptables: debía preservarse la intangibilidad del emperador. A Hiroshima, Nagasaki, Kokura y Niigata se las apartó del plan de bombardeo incendiario que oleadas de aviones desgranaban sobre suelo japonés. Estaban reservadas para la "prueba de campo" ya decidida. Si sólo una bomba era suficiente para intimidar (¡y cómo!), ¿por qué se lanzaron dos bombas atómicas, el 6 y el 9 de agosto, hace 63 años? La respuesta es que se necesitaba conocer el efecto de cada bomba: la de uranio en Hiroshima y la de plutonio en Nagasaki. Es hora ya de poner en claro que el verdadero sentido de esa tragedia: completar el tramo faltante del proyecto Manhattan.
El autor es analista de Política Internacional en Radio Universidad de Tucumán.

Desarrollo para la paz

Por Jeffrey D. Sachs
Quienes se interesen por la pacificación, la reducción de la pobreza y el futuro de Africa deberían leer el nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Sudan: Post-Conflict Environmental Assessment ("Sudán. Evaluación ambiental de posguerra"). Quizá les suene a un informe técnico sobre el medio ambiente, pero es mucho más que eso. Es un estudio impresionante de cómo el ambiente natural, la pobreza y el crecimiento demográfico pueden interactuar y provocar, con la intervención del hombre, desastres terribles, como la violencia en Darfur. Cuando estalla una guerra, la mayoría de los aparatos de gobierno buscan una explicación y una solución políticas. Es un enfoque comprensible, pero se le escapa un punto básico. Si, en vez de limitarnos a los aspectos políticos, comprendemos el papel que representan la geografía, el clima y el crecimiento demográfico en el conflicto, podremos encontrar soluciones más realistas. La pobreza extrema es una causa importante -y un presagio- de la violencia. Las regiones más pobres del mundo, como Darfur, son mucho más propensas a ir a la guerra que las más ricas. Nos lo dice el sentido común y ha sido verificado por estudios y análisis estadísticos. Como dice el Pnuma: "Hay un nexo muy fuerte entre la degradación de las tierras, la desertificación y el conflicto en Darfur". La miseria conduce gradualmente al conflicto. Primero, lleva a la desesperación a ciertos sectores del pueblo: grupos rivales pugnan por sobrevivir frente a la escasez de alimentos, agua, pasturas y otras necesidades básicas. Luego, el Gobierno pierde legitimidad y, con ella, el apoyo de sus ciudadanos. Por último, una facción puede adueñarse del poder y recurrir a la violencia para suprimir a sus rivales. Darfur, la región más pobre de un país muy pobre, encaja en ese esquema espantoso. En el Norte, la población vive de una ganadería seminómada; en el Sur, de una agricultura de subsistencia. Está alejada de los puertos y el comercio internacional. Carece de infraestructura básica (caminos, electricidad) y es extremadamente árida. En las últimas décadas, su aridez aumentó debido a una merma de las precipitaciones probablemente ocasionada, al menos en parte, por cambios climáticos producidos por el hombre. La causa principal de la mayoría de éstos es el uso de la energía en los países ricos. La merma de las precipitaciones contribuyó, en forma directa o indirecta, a las malas cosechas, la desertificación de las tierras de pastoreo, la disminución del agua y la deforestación masiva. Estos efectos resultan más letales porque el rápido crecimiento demográfico, de un millón de habitantes en 1920 a siete millones en la actualidad (cifras aproximadas), ha bajado drásticamente los niveles de vida. Resultado: aumentó la hostilidad entre pastores y agricultores, así como la migración del Norte al Sur. Tras varios años de conflictos latentes, en 2003 hubo choques entre grupos étnicos y políticos rivales, por un lado, y entre los rebeldes de Darfur y el gobierno nacional, por el otro. A su vez, el gobierno ha apoyado a milicias brutales que, con su táctica de tierra quemada, provocaron muertes y desplazamientos masivos. La diplomacia internacional se centró en mantener la paz y tomar medidas humanitarias para salvarles la vida a los desplazados y desesperados. Empero, no podremos llevar la paz a Darfur, ni mantenerla, en tanto no abordemos las crisis subyacentes de pobreza, degradación ambiental, menor acceso al agua y hambruna crónica. Apostando soldados, no pacificaremos a la gente hambrienta, empobrecida y desesperada. La paz sólo podrá alcanzarse mejorando el acceso al agua, los alimentos, la atención médica, las escuelas y los medios de vida que generen ingresos. Los habitantes de Darfur, el gobierno de Sudán y las instituciones internacionales de desarrollo deberían buscar urgentemente un conjunto de intereses mutuos. Y, a partir de él, encontrar una salida de la violencia a través del desarrollo económico de Darfur, ayudado y sostenido por el resto del mundo. El informe del Pnuma y la experiencia recogida en otras partes de Africa indican cómo fomentar el desarrollo económico de Darfur. Tanto los pobladores como sus ganados necesitan asegurarse la provisión de agua. En algunas áreas, pueden extraerla de las napas subterráneas (agua de pozo). En otras, pueden aprovechar para riego los ríos o los escurrimientos estacionales de superficie. Quizás haga falta tender cañerías hasta las zonas más remotas. En todos los casos, la comunidad mundial tendrá que ayudar a pagar la cuenta. Sudán es demasiado pobre para cargar con el gasto. Con ayuda externa, Darfur podría incrementar la productividad de su ganado mediante el mejoramiento de las razas, la atención veterinaria, la recolección de forraje y otras estrategias. Podría desarrollar una industria cárnica; así, los pastores multiplicarían sus ingresos vendiendo, entre otras cosas, animales enteros y productos cárnicos, lácteos o procesados (por ejemplo, cueros). El Medio Oriente es un mercado cercano y potencialmente lucrativo. Para construir este mercado exportador, Darfur necesitará ayuda en materia de transporte y almacenamiento, cobertura telefónica celular, energía, atención veterinaria y asesoramiento técnico. También deberían promoverse los servicios sociales, incluidos la atención sanitaria, el control de las enfermedades, la educación y la alfabetización de adultos. Se podría lograr un mejoramiento rápido y significativo de los niveles de vida con inversiones de bajo costo para fines específicos: control de la malaria, clínicas móviles, programas de alimentación escolar, recolección del agua de lluvia para uso potable y, en las zonas apropiadas, apertura de pozos de agua para el ganado y para riego. La telefonía celular podría revolucionar las comunicaciones entre las poblaciones dispersas de esta vasta región. Esto beneficiaría considerablemente la supervivencia física, los medios de vida y el mantenimiento de los vínculos familiares. El único camino hacia la paz sustentable es el desarrollo sustentable. Si queremos reducir el riesgo de guerra, debemos ayudar a que los pueblos empobrecidos -no sólo en Darfur, sino en el mundo entero- satisfagan sus necesidades básicas, protejan sus ambientes naturales y empiecen a subir la escalera del desarrollo económico.
© Project Syndicate y LA NACION El autor es profesor de Economía y director del Earth Institute, en la Universidad de Columbia.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)

lunes, 6 de agosto de 2007

CARETAS

Por J. M. Pasquini Durán

George Walker Bush, de 61 años, es hijo, nieto y hermano de políticos, profesa la religión metodista, obtuvo la licenciatura en Letras de la Universidad de Yale y la maestría en Administración de Empresas de Harvard Business School, contrajo matrimonio con Laura Welch, ex profesora y bibliotecaria, y tuvieron dos hijas mellizas, Barbara y Jenna. Es el 43º presidente de Estados Unidos, electo en enero de 2001 por el Partido Republicano, al que adhieren todos los políticos de la familia, cuyo mandato vence en enero de 2009 porque fue reelecto en 2005, cuando el electorado no se reponía del impacto que provocaron los atentados terroristas que tumbaron las Torres Gemelas en Manhattan y estrellaron otro avión en la sede del Pentágono. GWB fue gobernador durante dos períodos del estado de Texas y piloto de aviones de caza F-2 para la Guardia Nacional texana, pero se retiró a tiempo para no combatir en Vietnam. El resto de su vida la dedicó a los negocios en la industria petrolera y en el deporte profesional, mientras ascendía en el escalafón partidario alentado por la extrema derecha de los republicanos. Hasta hoy se repiten las acusaciones de que ese primer mandato presidencial lo obtuvo mediante el fraude cometido en el estado de Florida que gobernaba su hermano Jeb y la reelección gracias al espanto generalizado.
Aunque en la campaña electoral del año 2000 se definió como “conservador compasivo” y ayer en Brasil volvió a destacar el valor de la compasión en la mirada norteamericana sobre América latina, lo cierto es que las políticas esenciales de su gestión han tenido mucho de conservadoras y nada de compasivas. El catálogo completo de evidencias excede el espacio disponible para este recuento, pero alcanza con la enumeración de algunos actos emblemáticos, como las invasiones militares a Afganistán y a Irak, que han sido repudiadas en casi todo el mundo, incluso por el electorado estadounidense que le quitó la mayoría y se la otorgó a los demócratas en el Congreso. También rechazó el Protocolo de Kioto que compromete a los países firmantes a reducir las emisiones de gases y detener el efecto invernadero, cuando todas las opiniones expertas están mostrando las consecuencias dramáticas del calentamiento global, entre ellas los cambios de clima que han devastado incluso áreas de Estados Unidos como Nueva Orléans. Bush opinó que esas limitaciones podrían perjudicar la rentabilidad de los negocios en su país.
Su mayor propuesta para América latina fue ALCA (Asociación de Libre Comercio de las Américas) y logró firmar tratados con México y países centroamericanos, pero el rechazo popular en la zona y la firme posición de los países del Mercosur en la reunión cumbre de Mar del Plata, en octubre de 2005, sumado a la negativa de los demócratas y de algunos republicanos a rubricar esa política porque disminuía la oferta de empleos en Estados Unidos, terminó por desarticular el proyecto. En el Capitolio aún están cajoneados los acuerdos con Perú y Colombia, los dos gobiernos más cercanos en la región a la Casa Blanca. En la economía norteamericana, Alan Greenspan, legendario ex titular de la Reserva Federal, acaba de advertir que a fines de este año comenzarán a percibirse señales claras de recesión. Lo cierto es que ya aumentó la pobreza –el salario mínimo acaba de ser elevado después de diez años de congelamiento– y las tasas de desempleo han bajado, pero el motivo real, según destacaba ayer la cadena CNN, no es porque aumentó el empleo sino el número de “desocupados desalentados”, que ya no buscan trabajo y por lo mismo dejan de figurar en las estadísticas. En nombre del contraterrorismo canceló derechos civiles y políticos que eran motivo de proverbial orgullo para todos los que destacaban a la democracia norteamericana como el mejor ejemplo de Occidente.
El mexicano Carlos Fuentes (Contra Bush, ed. Aguilar) escribió: “Después del 11 de septiembre de 2001, la América latina ni siquiera es patio trasero. Es sótano de los olvidos”. En ese mismo texto, recordaba la arrogancia política del presidente norteamericano, capaz de afirmar que su país es “el único modelo superviviente del progreso humano”, en tanto que su canciller, Condoleezza Rice, la señora Arroz como la nombra la prensa de izquierda en Uruguay, aseguraba que los Estados Unidos “deben partir del suelo firme de sus intereses nacionales” y olvidarse de “los intereses de una comunidad internacional ilusoria”. Noam Chomsky, el lingüista de fama internacional y crítico implacable de las políticas imperiales norteamericanas, para referirse a las relaciones de la Casa Blanca con el terrorismo invoca una historia que atribuye a San Agustín. Un pirata es capturado por Alejandro Magno, quien le preguntó: “¿Cómo osas molestar al mar?” “¿Cómo osas tú molestar al mundo entero? –replicó el pirata–. Yo tengo un pequeño barco, por eso me llaman ladrón. Tú tienes toda una flota, por eso te llaman emperador” (Piratas y emperadores, ed. B).
El Bush de las “guerras preventivas”, el que se comía el mundo está en uno de sus peores momentos, el de la declinación sin remedio, porque ya está de salida y no puede, como Menem, hacerse de un tercer mandato. Peor aún: aunque pudiera no lo conseguiría porque su popularidad cae como una piedra por la ley de gravedad. Así, decidió bajar al “sótano de los olvidos”. Viene por una revancha del fracaso en la Cumbre de Mar del Plata, pero ya es imposible. Excluyó a Argentina de su gira, tal vez por el mal recuerdo, pero el presidente Néstor Kirchner debería agradecerlo: no tenía nada para ganar y encima debía preservar el orden contra las inevitables protestas populares. En pleno año electoral hubiera sido lo más parecido al abrazo del oso. Los mitines de repudio se encienden en toda la región, probando que la memoria no está perdida y que el antiimperialismo no es un sentimiento muerto, como algunos otros dogmas ideológicos, aunque hoy su vocero más sonante y tonante sea un militar nacionalista, petrolero y militante de la integración regional en la Patria Grande. El venezolano Hugo Chávez, principal orador invitado de las Madres de Plaza de Mayo a un “acto antiimperialista”, anotó bien que Bush “acaba de descubrir la pobreza en la región más desigual del mundo; ahora le falta asumir la propia responsabilidad por la injusticia”.
Algunos de los países elegidos por la diplomacia de la señora Arroz tienen más que nada valor simbólico. En Uruguay el diablo quiere meter la cola, a ver si consigue un precio para separarlo del Mercosur. Colombia es su principal aliado en la región y está pasando por un momento difícil, ya que la alianza de políticos y legiones paramilitares que asesinan campesinos le costó el cargo a la canciller de Alvaro Uribe. En Guatemala tratará de influir para que las elecciones presidenciales de este año no terminen girando hacia la izquierda y en México quiere respaldar a un presidente amigo que carga con la acusación de fraudulento y un “libre comercio” que irrita a los productores mexicanos, y allí Bush deberá explicar lo inexplicable de su política de inmigración y de la valla que está construyendo en la frontera norte de América latina. Para el viaje trajo la cara de “compasivo” y comprensivo y unas sumas miserables de “ayuda” contra el analfabetismo y la pobreza, en especial si se las compara con los gastos militares de la “flota del emperador”. Como bien señaló el presidente brasileño, la ayuda verdadera no es donar dinero sino invertir en producción y empleo, para que cada latinoamericano pueda pagarse sus propias vivienda, comida, educación y salud.
Lula da Silva señaló también, delante de Bush, que ningún acuerdo comercial o financiero, en esta época del mundo, puede ser sólo económico, sino que es ante todo político y que, por lo tanto, hay que ser muy prudente, para no preparar la mesa antes de tener la comida lista. De paso, le recordó que todos saben que en este juego, lo mismo que con fulleros, cada uno reserva un as en la manga. Brasil es el primero y quizás el más importante de los contactos que hará el presidente de Estados Unidos en esta gira, pese al compromiso reconocido y reiterado del gobierno de Lula contra el ALCA y a favor del Mercosur. Bush quiere más etanol, pese a ser el primer productor mundial, un biocombustible que se obtiene de la caña de azúcar, porque busca reducir el consumo de gasolina, no por el Protocolo de Kioto, sino porque teme que perderá, así sea en parte, la provisión del petróleo que producen los países árabes musulmanes, cuyas sociedades están ofendidas e indignadas por lo que sucede en Irak y Afganistán, pero además porque se trata de un recurso no renovable. Por lo mismo, no puede cancelar la importación del petróleo venezolano, aunque Chávez lo insulte en arameo. Ni siquiera las agresiones contra Irán han impedido que Repsol y Exxon avancen con acuerdos para operar en territorio del “eje del mal”. Kirchner y Chávez buscan petróleo en el Orinoco y después será en la plataforma marítima. Todo el mundo anda en lo mismo.
Brasil es el segundo productor de etanol, aunque algunas voces expertas se han levantado para advertir que una producción desmedida puede afectar la variedad agrícola del país, extendiendo las plantaciones de caña de azúcar en proporciones todavía mayores que las de soja. Lula acierta cuando dice que antes que la economía está la política. El jueves, con motivo del Día Internacional de los Derechos de la Mujer, unas 1300 brasileñas, vinculadas a organizaciones como Vía Campesina y Movimiento de los Sin Tierra, ocuparon cuatro papeleras, dos de ellas también se instalarán en Uruguay, para protestar contra los monocultivos de eucalipto, materia prima para la pasta de celulosa, porque los consideran “desiertos verdes” debido a que, según dicen, degradan la tierra, acaparan el agua y utilizan poca mano de obra. Aquí, en Entre Ríos, la Legislatura provincial acaba de aprobar una ley que prohíbe abastecer a las pasteras uruguayas, de manera que habría que suponer que no crecerán más las 150 mil hectáreas de eucaliptos que ya están plantadas en suelo entrerriano. La pastera Botnia, por su parte, quiere hacer un círculo verde en Uruguay, el Litoral argentino y el sur de Brasil para que no le falte materia prima. De este porte y complejidad son los problemas que enfrentan los países decididos a construir sus propias vías de desarrollo y justicia social, muy lejos de las simplezas a las que pretende reducir el discurso “compasivo” de Bush a la realidad latinoamericana. El antiimperialismo es un recurso válido para defender esa chance de progreso y, aunque sea, para que se cumpla el equilibrio que describió Susan Sontag, una lúcida y por desgracia desaparecida conciencia norteamericana: “El tiempo –escribió– existe para que me sucedan cosas. El espacio, para que no me sucedan todas al mismo tiempo”.

martes, 31 de julio de 2007

DEFLACIÓN


BIOCOMBUSTIBLES


El teorema de Pitágoras


Por Adrián Paenza
Cuando uno habla de la belleza de la matemática, inexorablemente tiene que producir algo precioso que justifique el calificativo.
Lo que sigue es una de las demostraciones más espectaculares y atractivas del teorema de Pitágoras. Créame que si en el momento en que usted o yo nos tropezamos con Pitágoras por primera vez nos hubieran mostrado lo que sigue, no hubiéramos penado ni con el enunciado ni con su estética maravillosa. Es más: créame que ni siquiera hace falta que escriba el enunciado del teorema. Lo va a deducir usted sola/o. Anímese que vale la pena. Acá va la historia.
Hace muchos años, Carmen Sessa –extraordinaria referente en la Argentina en cualquier tema que tenga que ver con la didáctica de la matemática y en la forma de comunicarla– me acercó un sobre con varias demostraciones del teorema de pitágoras. No recuerdo de dónde las había sacado, pero ella estaba entusiasmada al ver cuántas maneras distintas había de demostrar un mismo hecho. Tiempo después supe que hay un libro (The Pythagorean Proposition o “La proposición Pitagórica”) que contiene 367 pruebas de este teorema y que fue reeditado en 1968.
De todas formas, y volviendo a las pruebas que me había dado Carmen, hubo una que me dejó fascinado por su simplicidad. Es más: a partir de ese momento (última parte de la década del ’80) nunca paro de reproducirla cada vez que puedo. Y de disfrutarla. Ahora lo invito a que la comparta conmigo.
Usted no necesita saber nada. Bueno, casi nada. Hace falta que usted sepa lo que es un triángulo, un ángulo recto (de 90 grados) (como si fuera una escuadra) y que sepa que se llama triángulo rectángulo justamente a un triángulo que tiene un ángulo recto. Eso es todo.
Por último, si usted fuera a alquilar una pieza para vivir y le dijeran que es de 4 x 5 , ¿podría contestar usted los metros cuadrados que ocupa? Estoy seguro de que sí (20, tiene razón) ¿Y cómo lo hizo? Lo dedujo multiplicando los dos números: 4 x 5. Bien. Eso es todo lo que hace falta. Bueno, acá voy.
Supongamos que se tiene un triángulo rectángulo que voy a llamar T, y a los lados los voy a llamar a, b y h (figura 1).
Imaginemos que el triángulo T está hecho “pegando” tres hilos. Supongamos que se le puede “cortar” el lado h, y que uno puede “estirar” los lados a y b.
Con este nuevo “lado”, de longitud (a+b), fabricamos dos cuadrados iguales. Cada lado del cuadrado mide (a+b).
Marcamos en cada cuadrado los lados a y b, de manera tal de poder dibujar estas figuras (figuras 2 y 3).
Ahora, observemos en cada cuadrado cuántas veces aparece el triángulo T (para lo cual hay que marcar en un dibujo los cuatro triángulos T en cada cuadrado).
Como los cuadrados son iguales, una vez que hemos descubierto los cuatro cuadrados en cada uno de ellos, la superficie que queda “libre” en cada uno tiene que ser la misma (figura 4).
En el primer cuadrado, quedan dos “cuadraditos” de superficies a2 y b2 respectivamente. Por otro lado, en el otro cuadrado, queda dibujado un “nuevo” cuadrado de área h2.
Conclusión: “tiene” que ser
a2 + b2 = h2
que es justamente lo que queríamos probar: “en todo triángulo rectángulo se verifica que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos”.
En este caso, los catetos son a y b, mientras que la hipotenusa es h.
¿No es una demostración preciosa? Es sólo producto de una idea maravillosa que no requiere ninguna herramienta complicada. Sólo sentido común.
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domingo, 29 de julio de 2007

Una multipolaridad nuclear preapocalíptica

Por José Pablo Feinmann
El título que acaban de leer lo puse porque creo que es real. Que lo que dice está pasando. También lo puse pensando en el recientemente ido de este mundo Jean Baudrillard, que solía visitarnos y todos lo iban a escuchar y el hombre decía genialidades como “la guerra del Golfo no ha tenido lugar”, una banalidad basada –más o menos– en que no la habíamos visto por televisión. Hace poco, leyendo sus necrológicas, todas muy informadas, me enteré de que había dicho, sobre el asunto de las Torres Gemelas, que ése, el de las Torres, había sido “un evento absoluto” y otra vez todo el mundo se pone a decir eso: “evento” absoluto. “Evento” es una palabra que inventó Heidegger y la copiaron (usando sobre todo su sinónimo “acontecimiento”) Foucault, Deleuze, Badiou y, por supuesto, Baudrillard. La cuestión me puso pensativo. Me pregunté: ¿y si invento alguna fórmula, algún verso baudrillardiano sobre el caos que es hoy la historia? Y ya está: inventé el título de esta nota. Es un poco largo. O no tanto: la frase del francés sobre la guerra del Golfo lo que se dice “corta” no es. Por ahí, me dije, paso a la historia como Baudrillard. Y en mis necrológicas –o, al menos, en una, porque una, supongo, habrá– se dice: “Había definido la temporalidad histórica de la primera década del siglo XXI” (y aquí viene) “como ‘una multipolaridad nuclear preapocalíptica’”. Y, ahí, desde algún lugar del Cielo o del Infierno, sonrío y le digo a Baudrillard: “¿Viste? Y eso que nunca fui francés”.
Alguien dirá: ¿éste pone ese título espantoso y encima se lo toma en broma? (También puede decirse “en joda”, que da TVVómito.) ¿Y cómo quieren que se tome la vida alguien que cree, en serio, eso: que vivimos una “multipolaridad nuclear preapocalíptica”? Miren: Irán ya es la novena potencia nuclear. Al frente de Irán está su líder, Mahmoud Ahmadinejad, que, es cierto, tiene un nombre difícil y, en una nota reciente, la escritora Alicia Dujovne Ortiz se quejó de esa circunstancia, de ese nombre del líder iraní, que para ella, dijo, era impronunciable, algo que me pareció un poco racista, dado que para un iraní no ha de ser difícil decir “Ahmadinejad” y debe ser imposible decir “Dujovne Ortiz”. El líder iraní, decía, no parece muy confiable. Puede tener el nombre que quiera, uno no va a quejarse por eso, pero hacer un simposio o congreso para demostrar que el Holocausto “no ha tenido lugar”, algo que ni Baudrillard se animó a decir, me parece una perrada, tiene como un tufillo nazi que lo lleva a uno a pensar que el hombre ha de amar los extremos, la ultraderecha, por ejemplo, o la ultraizquierda, se me ocurre, pero muy cuerdo no está, y si no está muy cuerdo es peligroso que esté al frente de una potencia nuclear, tal como está otro que, para mayor horror de la historia que vivimos, está más loco que él, que Ahmadinejad, y se llama, adivinaron, George Bush, que está terriblemente preocupado por los chinos, como todo el Occidente capitalista. Aquí, usted como yo, se preguntará: ¿no debieran estar contentos? ¿No acaba China de reconocer, por ley del Estado, la propiedad privada? ¿Saben ustedes qué decía Hegel de la propiedad privada? Decía: “Es la expresión objetiva de la libertad subjetiva”. O sea, que uno, por más que sea libre “subjetivamente”, si no tiene una casa, un auto, un perro, una cortadora de césped y un revólver para cuidar todo eso no es “objetivamente libre”. Vean si no será importante lo que acaban de hacer los chinos: le dieron la libertad “objetiva” a su pueblo. Sin embargo, Occidente está preocupado. Ni siquiera salió una nota de Vargas Llosa festejando la medida, diciendo que los chinos no practican el “idiotismo” latinoamericano. Les tienen miedo a los chinos. Dieron, se dice, otro paso hacia la “economía de mercado”, que, quién no lo sabe, es la panacea, el bálsamo de este sufriente universo. Pero, igual, no hay caso: les tienen miedo a los chinos. Occidente, digo. Todo Occidente. Salió a decirlo Donald Rumsfeld, el zorro de Irak. Que los chinos crecen militarmente en la modalidad del exceso. No dijo que en esa modalidad sólo puede crecer Estados Unidos, pero para qué iba a decirlo si todo el mundo lo sabe y lo acepta. Lo acepta pero lo imita. De donde nos acercamos a mi título espectacular: están todos armándose nuclearmente. Los chinos declararon que su presupuesto militar es de 40.000 millones de dólares. Pero los expertos de Bush le deterioraron, con esta noticia, dos hoyos de un partido de tenis: “Es mentira –le dijeron–. Es de 100.000 millones. Y ya tienen un Programa Espacial”. Bush llamó a Blair, quien lo consoló con su habitual, encantadora sonrisa: “No te preocupes, Georgie. ¿Qué te pareció Hellen Mirren haciendo de reina nuestra? ¿No está adorable?” Bush lo llamó en seguida a Chirac. Le dijo que Occidente corre peligro. Y Chirac, calmándolo le dijo: “Por supuesto”. Y para peor: “Que Irán aparezca como novena potencia nuclear va a provocar un cataclismo en la región. Y en todo el mundo también. En la comunidad internacional. Imaginate: inseguridad, desconfianza, sobresalto, puntos de vista enfrentados, políticas antagónicas”. Bush entra en pánico. Aquí nos detenemos. Es necesario aclarar algo: la historia es la historia, uno juzga los grandes acontecimientos. Pero cuando la historia se encarna en individualidades como la de George Bush uno debe pensar también en esos individuos y no sólo en los “eventos absolutos”, como Baudrillard. Ergo, digo: cuando George Bush entra en pánico no se toma los cuatro Rivotril de 2 mg que le recomendó su médico: misilea un país o lo invade y ordena torturar a los cretinos que lo habitan. Por tanto, le responde a Chirac: “¡Hay que invadir Irán!” “No –le responde Chirac, que tiene unos modales de lo más civilizados–, vea, no se puede invadir Irán”. Bush exhibe su rapidez de reflejos. Dice: “¡Un ataque nuclear terminal entonces!” “No –insiste Chirac–, eso descalabraría toda la región del Islam y los uniría, los conglomeraría, se adherirían unos con otros y todos contra nosotros”. Bush le cree y siente que así Occidente no puede vivir. Le informan, para colmo, que Putin está furioso desde que sabe que él, Bush, piensa instalar escudos antimisiles en la República Checa y Polonia, “que eran nuestras –-habría dicho–, y volverán a serlo”. Bush se toma los cuatro Rivotril y se va a dormir no bien le informan que hay novedades desde Venezuela.
Chávez es, para los norteamericanos y, claro, para Bush, a quienes los norteamericanos votaron para su segunda presidencia, y a quien, parece, sólo en Hollywood odian, una pesadilla indefinible. No podía ser de otro modo: Chávez es indefinible. Hay una foto en que se cuadra frente a Kirchner y le hace la venia bien a lo milico, que uno tiene que mirarla tres o cuatro veces para creerla. Kirchner, además, le hace un gesto paternal con su brazo derecho y le pone una sonrisa del tipo “dale, loquito, vení, que en la Argentina los tipos que hacen la venia nos costaron demasiado”. Chávez vuelve loco a Bush y a la comunidad internacional y al entero Occidente.
Qué hacemos con este hombre, se preguntan. Le hicimos un golpe basado en el deterioro de las instituciones y con gran apoyo de los grandes diarios y el hombre se salvó. Esperemos que en Argentina nos salga mejor, pero con Chávez hay que inventar algo distinto. Mientras tanto lo aguantan. Tiene petróleo. Le da un montón a Bush. Y todavía, parece, no se armó nuclearmente. Pero... lo recibió a Ahmadinejad. ¿Se dan cuenta?, clama Occidente. Chávez lo recibe a Ahmadinejad, Ahmadinejad le da armas nucleares, Putin (Rusia, entre el 2007 y el 2015, destinará 190.000 millones de dólares para armas nucleares y de todo tipo) lo apoya porque quiere otra “crisis de los misiles” y ganarla, ganar desde Venezuela la guerra que Nikita Kruschev, ese torpe, no supo ganar desde Cuba, y Occidente se encuentra con un caos nuclear desatado desde América latina, donde, por ahora, no estaba el ojo del huracán. Si ocurre eso, si el conflicto nuclear sorpresivamente se transforma en una nueva “crisis de los misiles” con centro en Venezuela, ¿qué hará Irán con sus misiles sobrantes? ¿Los arrojará sobre Israel? ¿Qué hará Israel? ¿Arrojará todo su arsenal nuclear sobre Irán? ¿Qué hará Rusia, ese adversario vencido, abatido bajo las piedras del Muro, que ahora busca venganza, que odia la sonrisa de “perfecto idiota neoliberal” que exhibe Andrés Oppenheimer? ¿Qué hará China? ¿O no saben que China puede, entre otras terribles cosas, desplegar una red de microsatélites dotados de rayos láser, capaces de neutralizar los satélites norteamericanos e inmovilizar a las fuerzas de tierra, de aire y de mar de América, que, como todos sabemos, quiere decir “Estados Unidos”? Y por último, ¿qué haremos nosotros?
Qué hará usted.