Por Jeffrey D. Sachs
Quienes se interesen por la pacificación, la reducción de la pobreza y el futuro de Africa deberían leer el nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Sudan: Post-Conflict Environmental Assessment ("Sudán. Evaluación ambiental de posguerra"). Quizá les suene a un informe técnico sobre el medio ambiente, pero es mucho más que eso. Es un estudio impresionante de cómo el ambiente natural, la pobreza y el crecimiento demográfico pueden interactuar y provocar, con la intervención del hombre, desastres terribles, como la violencia en Darfur. Cuando estalla una guerra, la mayoría de los aparatos de gobierno buscan una explicación y una solución políticas. Es un enfoque comprensible, pero se le escapa un punto básico. Si, en vez de limitarnos a los aspectos políticos, comprendemos el papel que representan la geografía, el clima y el crecimiento demográfico en el conflicto, podremos encontrar soluciones más realistas. La pobreza extrema es una causa importante -y un presagio- de la violencia. Las regiones más pobres del mundo, como Darfur, son mucho más propensas a ir a la guerra que las más ricas. Nos lo dice el sentido común y ha sido verificado por estudios y análisis estadísticos. Como dice el Pnuma: "Hay un nexo muy fuerte entre la degradación de las tierras, la desertificación y el conflicto en Darfur". La miseria conduce gradualmente al conflicto. Primero, lleva a la desesperación a ciertos sectores del pueblo: grupos rivales pugnan por sobrevivir frente a la escasez de alimentos, agua, pasturas y otras necesidades básicas. Luego, el Gobierno pierde legitimidad y, con ella, el apoyo de sus ciudadanos. Por último, una facción puede adueñarse del poder y recurrir a la violencia para suprimir a sus rivales. Darfur, la región más pobre de un país muy pobre, encaja en ese esquema espantoso. En el Norte, la población vive de una ganadería seminómada; en el Sur, de una agricultura de subsistencia. Está alejada de los puertos y el comercio internacional. Carece de infraestructura básica (caminos, electricidad) y es extremadamente árida. En las últimas décadas, su aridez aumentó debido a una merma de las precipitaciones probablemente ocasionada, al menos en parte, por cambios climáticos producidos por el hombre. La causa principal de la mayoría de éstos es el uso de la energía en los países ricos. La merma de las precipitaciones contribuyó, en forma directa o indirecta, a las malas cosechas, la desertificación de las tierras de pastoreo, la disminución del agua y la deforestación masiva. Estos efectos resultan más letales porque el rápido crecimiento demográfico, de un millón de habitantes en 1920 a siete millones en la actualidad (cifras aproximadas), ha bajado drásticamente los niveles de vida. Resultado: aumentó la hostilidad entre pastores y agricultores, así como la migración del Norte al Sur. Tras varios años de conflictos latentes, en 2003 hubo choques entre grupos étnicos y políticos rivales, por un lado, y entre los rebeldes de Darfur y el gobierno nacional, por el otro. A su vez, el gobierno ha apoyado a milicias brutales que, con su táctica de tierra quemada, provocaron muertes y desplazamientos masivos. La diplomacia internacional se centró en mantener la paz y tomar medidas humanitarias para salvarles la vida a los desplazados y desesperados. Empero, no podremos llevar la paz a Darfur, ni mantenerla, en tanto no abordemos las crisis subyacentes de pobreza, degradación ambiental, menor acceso al agua y hambruna crónica. Apostando soldados, no pacificaremos a la gente hambrienta, empobrecida y desesperada. La paz sólo podrá alcanzarse mejorando el acceso al agua, los alimentos, la atención médica, las escuelas y los medios de vida que generen ingresos. Los habitantes de Darfur, el gobierno de Sudán y las instituciones internacionales de desarrollo deberían buscar urgentemente un conjunto de intereses mutuos. Y, a partir de él, encontrar una salida de la violencia a través del desarrollo económico de Darfur, ayudado y sostenido por el resto del mundo. El informe del Pnuma y la experiencia recogida en otras partes de Africa indican cómo fomentar el desarrollo económico de Darfur. Tanto los pobladores como sus ganados necesitan asegurarse la provisión de agua. En algunas áreas, pueden extraerla de las napas subterráneas (agua de pozo). En otras, pueden aprovechar para riego los ríos o los escurrimientos estacionales de superficie. Quizás haga falta tender cañerías hasta las zonas más remotas. En todos los casos, la comunidad mundial tendrá que ayudar a pagar la cuenta. Sudán es demasiado pobre para cargar con el gasto. Con ayuda externa, Darfur podría incrementar la productividad de su ganado mediante el mejoramiento de las razas, la atención veterinaria, la recolección de forraje y otras estrategias. Podría desarrollar una industria cárnica; así, los pastores multiplicarían sus ingresos vendiendo, entre otras cosas, animales enteros y productos cárnicos, lácteos o procesados (por ejemplo, cueros). El Medio Oriente es un mercado cercano y potencialmente lucrativo. Para construir este mercado exportador, Darfur necesitará ayuda en materia de transporte y almacenamiento, cobertura telefónica celular, energía, atención veterinaria y asesoramiento técnico. También deberían promoverse los servicios sociales, incluidos la atención sanitaria, el control de las enfermedades, la educación y la alfabetización de adultos. Se podría lograr un mejoramiento rápido y significativo de los niveles de vida con inversiones de bajo costo para fines específicos: control de la malaria, clínicas móviles, programas de alimentación escolar, recolección del agua de lluvia para uso potable y, en las zonas apropiadas, apertura de pozos de agua para el ganado y para riego. La telefonía celular podría revolucionar las comunicaciones entre las poblaciones dispersas de esta vasta región. Esto beneficiaría considerablemente la supervivencia física, los medios de vida y el mantenimiento de los vínculos familiares. El único camino hacia la paz sustentable es el desarrollo sustentable. Si queremos reducir el riesgo de guerra, debemos ayudar a que los pueblos empobrecidos -no sólo en Darfur, sino en el mundo entero- satisfagan sus necesidades básicas, protejan sus ambientes naturales y empiecen a subir la escalera del desarrollo económico.
© Project Syndicate y LA NACION El autor es profesor de Economía y director del Earth Institute, en la Universidad de Columbia.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)
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