martes, 21 de agosto de 2007

martes, 14 de agosto de 2007


EINSTEIN


La India tiene el servicio de móviles más barato del mundo


MAR 14/08/07 13:22 El servicio de celulares cuesta 0,02 euros el minuto. Para el 2010, los expertos calculan que el 50 por ciento de la población india tendrá un teléfono móvil.
El 70 por ciento de la población de la India, en zonas rurales donde la mayoría no tiene electricidad, agua potable ni telefonía fija, en cambio dispone de teléfonos móviles, servicio que en este país tiene el precio del minuto más barato del mundo, una rupia que equivale a 0,02 euros. La India pasó de 1,6 millones de usuarios de telefonía móvil en el 2000 a 142,7 millones este año, el triple de los abonados a la telefonía fija, según un informe de BBC World. La cobertura de telefonía móvil llega al 13 por ciento, pero según los expertos del mercado la previsión es que para el 2010, el 50 por ciento de la población india tendrá un teléfono móvil.

De la inflación al síndrome holandés

Luis Arce Catacora*
En la década de los 60 los Países Bajos experimentaron un sorpresivo crecimiento en sus ingresos gracias al descubrimiento de ricos yacimientos gasíferos. Sorpresivamente, este auge provocó un descalabro que se tradujo en inflación y en la pérdida de la competitividad de sus exportaciones. En los 70, los países petroleros se contagiaron y, 10 años después, el síndrome llegó a Colombia con sabor a café.
Este fenómeno, que ingresó a la teoría económica con el rótulo de “enfermedad holandesa”, se refiere a los efectos negativos que vive una economía por una prosperidad repentina originada en el aumento transitorio del precio o la producción de una materia prima.
Con la rapidez que los caracteriza, varios analistas y opinadores económicos concluyeron en que Bolivia padece del mal, alimentado así la espiral de expectativas que el pasado julio fue responsable del 50% del aumento de precios.
Sin embargo y para tranquilidad de los bolivianos, ese diagnóstico pasó por alto los síntomas inequívocos de la enfermedad. Primero, la apreciación real y no la nominal (la que figura en las pizarras de los bancos) del tipo de cambio es la que vale para el análisis pues considera la variación de las monedas de los países con los que se tiene relación comercial y, segundo, la economía afectada vive una drástica migración de capitales y recursos humanos hacia las actividades económicas en bonanza.
Los medios de contagio tampoco corresponden al síndrome holandés pues no existe una reasignación de recursos productivos y no hay un aumento desmedido del gasto interno. Si así fuese, inversores, empresarios y trabajadores hubieran abandonado sus emprendimientos para dedicarse a la minería e hidrocarburos, y el sector público registraría un déficit fiscal.
Un análisis objetivo de la apreciación del tipo de cambio ratifica que el dictamen de los analistas está errado. Aunque en los dos últimos años la política de gobierno permitió que el boliviano se aprecie en términos nominales, se depreció en términos reales. Los datos del Banco Central muestran que entre el 2003 y el 2007 se experimentó la depreciación real de la moneda nacional respecto a la de los principales socios comerciales, en especial Brasil (95,4%) y Colombia (61,5%). Esto significa que la competitividad cambiaria, la que interesa a los exportadores, mejoró pues sus productos son más baratos en esos mercados.
Es más, desde enero del 2003 la tendencia del tipo de cambio real (TCR) es a la depreciación y hoy se encuentra en los niveles más altos desde 1990 cuando el índice del TCR no llegaba a 90 puntos: el pasado mes el indicador superó los 113 puntos, dejando atrás los 106 registrados en julio de 1995.
Con relación al segundo síntoma, un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional afirma que es improbable una reasignación drástica de factores productivos desde un sector como el manufacturero —intensivo en mano de obra— a otro tan especializado como el petrolero —intensivo en capital—, por ejemplo.
Si bien existe una subida en el gasto del sector público, dice el FMI, también hay un aumento sustancial en la recaudación tributaria (11,2% entre junio del 2006 y 2007), lo que permite reducir las presiones sobre el gasto interno. La revisión de las cifras no deja lugar a dudas: el ahorro en el sector público no financiero se tradujo en un superávit fiscal de 4,6% del PIB el 2006 y de 3% en el primer semestre del año.
Una vez más queda claro que la economía nacional marcha por el camino correcto pero, lo más importante, que los bolivianos no podemos dejarnos llevar por evaluaciones imprecisas y superficiales que intentan socavar la certidumbre sobre un patrimonio nacional como la estabilidad macroeconómica.
*Luis Arce Catacoraes ministro de Hacienda.

El hombre más rico del mundo


Por Julian Rodriguez Marin

Desde México


El magnate mexicano Carlos Slim asegura que no le afecta que le digan que es el más rico del mundo, puesto que alcanzó según la revista Fortune. Cuando se oficializó, aseguró que eso no tiene ninguna importancia para él porque su mayor orgullo es su familia. El mexicano, de 67 años, tiene una fortuna de 59.000 millones de dólares, frente a los 58.000 millones del estadounidense Bill Gates. Esa es la estimación de esa tradicional revista que año a año calcula esas fortunas a partir del valor en bolsa que sus respectivas compañías tenían a finales de julio pasado.
Slim, que encabeza un conglomerado de decenas de empresas, explicó la semana pasada a medios extranjeros que a él no le importa si es el primero, el vigésimo o el 2000 en la lista de los más ricos, puesto que para él lo más importante es lograr que la actividad empresarial sea compatible con la familia y cumplir con su responsabilidad social. El empresario mexicano dijo que aunque ya está jubilado de los negocios –aunque sigue siendo la cabeza estratégica de su grupo económico– dedica todo su tiempo a las diversas actividades altruistas de sus fundaciones, que tienen el propósito de mejorar el nivel de vida de los mexicanos y de América latina. Aseguró que no se trata de repartir dinero porque la entrega de dinero no ayuda, sino de resolver problemas y acabar con la pobreza con educación y empleo. “Estoy convencido a fondo, hasta el tuétano, de que la mejor inversión es combatir la pobreza, no solamente por sentirte bien o por razones morales o de justicia social, sino para el desarrollo del país, que se sustenta en el bienestar de los demás”, dijo.
Nacido en 1940, el presidente vitalicio del Consejo de Administración de Teléfonos de México (Telmex) cuestionó en marzo pasado el método usado por Forbes, que entonces lo ubicaba en segundo lugar con 53.100 millones de dólares, para hacer sus cálculos, y señaló que sus activos no han variado tanto como sostiene esa publicación. “Lo que hacen es valuar las empresas por su precio en el mercado y éstos han estado subiendo. Yo sigo teniendo lo mismo que hace 10 años. No tengo ni departamentos ni casas fuera”, explicó. Slim debe su riqueza a su imperio empresarial, que pasa por la telefónica mexicana Telmex y la compañía de telefonía celular América Móvil, las dos mayores de América latina, el Grupo Carso y la entidad financiera Inbursa, entre muchas otras. El empresario mexicano se destaca en el mundo de los magnates porque ningún otro multimillonario del planeta ha podido acumular tanto dinero en tan pocos años.
Hijo de inmigrantes libaneses llegados a México a comienzos del siglo XX, la fortuna de Slim se consolidó en 1990, cuando consiguió hacerse con el 20 por ciento de la privatizada Telmex, operación que se conoció como “la venta del siglo”. Su fortuna, que era de 7400 millones de dólares en 2003, fue evaluada dos años más tarde en 30.000 millones, lo que le significó escalar del puesto 35 al segundo en la lista este año, al acumular 53.100 millones de dólares, según publicó Forbes hace unos meses, y al primero de acuerdo con Fortune en su publicación de la última semana.
En México los tentáculos de su imperio cubren una infinidad de sectores productivos, beneficiado, en parte, por una laxa normativa antimonopólica que le ha permitido tener una posición dominante en el sector de las telecomunicaciones. A través del Grupo Carso, Slim posee empresas dedicadas a la manufactura y comercialización de productos para la industria de la construcción, infraestructura, petróleo, energía, electrónica, automotriz y telecomunicaciones. Socio de la aerolínea de bajo costo Volaris y de la cadena Televisa, en el sector financiero Slim concentra sus operaciones en el grupo Inbursa, que reúne operaciones de banco, seguros, pensiones, fondos para el retiro, arrendamiento de propiedades, sociedades de inversión y salud. En los últimos años varias firmas de este ingeniero civil, graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México, se expandieron en Latinoamérica, principalmente las de telecomunicaciones, vía adquisiciones de otras compañías, al punto que ya opera en 16 países de la región y en Estados Unidos. Slim ha dejado las riendas de su imperio en manos de sus tres hijos (Carlos, Marco Antonio y Patrick) y de sus yernos.
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Comercio entre Brasil y Argentina


historia de la economia argentina del siglo xx. desde 1880 hasta la actualidad

El traumático sendero de auges y crisis
Página/12 presenta una nueva colección sobre la historia de la economía del país, compuesta por sesenta fascículos que se entregarán gratis con el diario cada miércoles. Mario Rapoport es el director académico de esta obra, economista e historiador que a lo largo de su destacada trayectoria de investigación profundizó el análisis de diversas etapas de la economía del país.
Por Natalia Aruguete

El miércoles, Página/12 entregará junto al diario en forma gratuita el primer fascículo de sesenta que constituirán una obra extraordinaria: Historia de la economía argentina del siglo XX. Desde 1880 hasta la actualidad. Cada semana, gratis con el diario, se presentarán avances importantes y retrocesos profundos de la economía; crisis; contradicciones; decisiones políticas que repiten errores del pasado. Estos y otros aspectos forman parte de la historia económica argentina desde 1880 hasta la actualidad. La colección es dirigida por Alfredo Zaiat y la dirección académica está bajo el mando de Mario Rapoport. Desde el Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social (Facultad de Ciencias Económicas-UBA), Rapoport profundizó el análisis de diversas etapas de la economía del país. Entre sus investigaciones más recientes figura el libro El viraje del siglo XXI. Deudas y desafíos en la Argentina, América Latina y el mundo. Cash dialogó con Rapoport sobre los momentos que constituyeron un punto de inflexión en la historia del país, las estrategias económicas que caracterizaron la idiosincrasia del poder político en cada etapa y sobre personajes destacados del pensamiento económico argentino.
¿Cuáles fueron para usted los momentos clave de la historia económica argentina?
–En 1880 se concreta la organización nacional, se unifica desde el punto de vista militar y monetario, se federaliza la ciudad de Buenos Aires y aparece el primer gobierno nacional constituido. La campaña del desierto permite ganar una gran cantidad de tierras que pasan a ser propiedad de los terratenientes. Un segundo momento es la crisis de 1890, que muestra los límites del modelo agroexportador basado en gran medida en el endeudamiento externo. Frente a ese endeudamiento excesivo –una gran parte del cual tiene fines especulativos– estalla la crisis. Pero la crisis también es política. El régimen conservador tiene una democracia ficta (una ficción), los gobiernos eligen a sus sucesores sin la participación de la oposición o a través del fraude electoral. En 1890 diversos sectores forman la Unión Cívica y hacen la Revolución del Parque.
¿Qué implicancias tuvo la Revolución del Parque?
–Se crea un partido verdaderamente opositor y el primer partido nacional, porque los conservadores no habían conformado un partido nacional.
La oposición de la Unión Cívica al régimen conservador, ¿se vio reflejada en un cambio en la política económica a partir de la asunción del gobierno de Hipólito Yrigoyen?
–No. No aparece definida una política económica que trasvase los límites del modelo agroexportador, ni en el gobierno de Yrigoyen ni en el de Marcelo T. de Alvear. En 1916, cuando llega al poder el radicalismo, el principio fundamental es instaurar un sistema de gobierno verdaderamente democrático. Pero el yrigoyenismo tiene un problema político: es minoría en la Cámara de Senadores y eso le impide imponer muchas medidas económicas, como la creación de un Banco Central o la nacionalización del petróleo.
¿Cómo caracteriza la política petrolera del radicalismo?
–Es importante la creación de YPF, que toma impulso con la llegada del general Enrique Mosconi, bajo la presidencia de Alvear. YPF, que coexiste con empresas extranjeras, tiene un poder estratégico. Ocupa una porción fundamental del mercado y puede imponer políticas. El radicalismo plantea que las empresas extranjeras no pueden seguir explotando nuestro suelo y que hay que nacionalizarlas. Algo con lo que Mosconi no estaba tan de acuerdo.
¿Por qué no estaba de acuerdo?
–Porque prefería la implementación de empresas mixtas.
¿Con qué argumento?
–En esa época las nacionalizaciones no estaban a la orden del día. La política de la oligarquía suponía siempre recurrir al capital extranjero. Sin embargo, se toman medidas urticantes, como la importación de petróleo soviético ante un cierto boicot en las empresas extranjeras. Mosconi usa YPF cuando esas compañías quieren aumentar el precio de los combustibles y logra rebajarlo.
¿Qué etapa importante le sigue a ésta?
–La crisis del ‘30. La crisis mundial, a partir del crac de 1929 en Estados Unidos, produce una contracción de la venta de productos al exterior y un déficit en la balanza comercial argentina. Desde el punto de vista político, se da un cambio que va a contracorriente de los cambios que se están produciendo en ese momento en América latina para enfrentar la crisis. Mientras en Brasil sube una coalición de la mano de Getulio Vargas que expresa los intereses de los terratenientes del Sur, de sectores de la burguesía industrial y de sectores sindicales, en Argentina retorna la vieja oligarquía conservadora.
Usted dijo que la crisis de 1890 mostró el agotamiento del modelo agroexportador. Sin embargo, en las gestiones posteriores a esa crisis, las políticas públicas siguieron dirigiéndose al sector agropecuario.
–Pero con una contradicción que se hace carne en la primera posguerra: la aparición de Estados Unidos. El modelo agroexportador tiene una vinculación importante con Gran Bretaña, porque Argentina tiene su principal mercado allí y además el 60 por ciento de las inversiones extranjeras en el país son británicas. Cuando entra Estados Unidos disputando sectores donde los británicos tenían primacía, las cosas empiezan a cambiar. El problema con Estados Unidos es que sus productos agropecuarios compiten con los argentinos.
¿Qué salida se buscó a esta problemática?
–La única solución se da a través de un triángulo de relaciones por el cual Argentina exporta a Gran Bretaña e importa de Estados Unidos. Tiene superávit comercial con Gran Bretaña y déficit con Estados Unidos, con quien además empieza a tener relaciones financieras.
¿A qué atribuye la intervención del Estado que comienza a darse en la década del ‘30?
–Hay un cierre de los mercados, caen las exportaciones, hay déficit comercial. El gobierno entrante, conservador de derecha, implementa políticas proteccionistas, eleva los aranceles a la importación, y crea por primera vez el control de cambios. En el gobierno de Uriburu hay un personaje importante que es el secretario de Hacienda, Raúl Prebisch.
¿Por qué Prebisch fue convocado por el gobierno de Uriburu?
–Tiene prestigio, pero sobre todo es primo de los Uriburu. Las primeras medidas que toma el gobierno de Uriburu son muy ortodoxas, poco a poco se dan cuenta que eso no sirve. El objetivo esencial de este gobierno es salvar a los sectores afectados de la oligarquía, por eso se crea una cantidad de Juntas Nacionales que compran a los productores agropecuarios a precios mayores que los internacionales y los venden a precios deprimidos.
Prebisch apareció en etapas muy distintas de la historia argentina.
–Es un personaje contradictorio. En los años ‘20, su primer artículo es socialista, casi marxista. Sus primeras tesis adhieren a la idea del endeudamiento externo como causa principal de los males del país. A su vez logra tener una buena audiencia en sectores de la oligarquía. La buena relación con Pinedo hace que integre su equipo económico en 1933. También es negociador en el Pacto Roca-Runciman, que luego le es difícil defender. En el ‘43 se vuelve antiperonista, se va a Chile y es uno de los fundadores de la Cepal. Paradójicamente, sus ideas coinciden con las que se practican durante el peronismo.
¿Qué otro personaje jugó un papel importante en la economía?
–Alejandro Bunge, un ingeniero que se dedica a la economía. Sus ideas industrialistas, integracionistas –aunque también racistas y discriminatorias– tienen mucha importancia, pero en ese momento no es escuchado. Bunge tiene una gran influencia, incluso después de su muerte, en los inicios del peronismo.
¿Qué incidencia tuvo el golpe de 1943 en la política económica?
–Irrumpe una fuerza política diferente con políticas económicas distintas. Expresa otro país, ya no abierto sino semicerrado. Hay una autonomización de la economía argentina. Se refuerza el proceso de industrialización. Con el éxodo de inmigrantes rurales al Gran Buenos Aires, aparece un nuevo electorado que no había sido captado por ninguna fuerza política, en un marco de gran descrédito político. Perón entra en contacto con sectores sindicales, aunque su idea no era ser líder de un partido laborista, sino de una alianza obrero-empresarial. Pero esa alianza no se termina de conformar porque la Unión Industrial Argentina está dominada por empresas extranjeras y por la oligarquía, que se oponen a Perón.
¿Qué tipo de vínculo se dio entre el sector agropecuario y el industrial?
–No hay una vinculación estricta entre sectores agropecuarios e industriales. De hecho, el entonces presidente de la Unión Industrial, Luis Colombo, responde muchas veces más a los intereses agropecuarios que a los de los industriales. La oligarquía terrateniente prefiere no hacer inversiones de riesgo, eso lo deja para el capital extranjero. No le interesa el sector industrial porque tenía una idiosincrasia muy “rentística”. Las industrias más emblemáticas son de sectores nuevos.
¿Y qué concepción tienen esos “sectores nuevos”?
–Son fundamentalmente de origen inmigrante. Es muy importante la inversión de capital de origen norteamericano. En la industria hay tres sectores. Uno de origen extranjero con mucha influencia en la UIA. Otro de origen nacional, ligado a la vieja oligarquía y a la industria de materias primas locales, pero que no es determinante. El tercero es el de la pequeña y mediana empresa que no tiene una representación muy importante en la Unión Industrial.
¿Hay alguna etapa en la que las políticas de gobierno hayan estado más dirigidas al sector industrial que al agrícola-ganadero?
–El peronismo tiene una política conciente de apoyo al sector industrial, cosa que la oligarquía no había hecho en el período anterior. Lo hace también para privilegiar a los trabajadores, pero son los industriales los que se benefician con la ampliación de la demanda interna y con créditos baratos. La oligarquía, en el ‘30, hace una industrialización más defensiva. Pero el primer impulso conciente hacia la industrialización se da en el peronismo. Y los gobiernos siguientes, civiles y militares, continúan ese proceso. Entre 1964 y 1974 hay diez años seguidos de crecimiento, con tasas más bajas que las actuales, pero interesantes. Este proceso da lugar a la segunda etapa de sustitución de importaciones, con importación de bienes de capital y exportación de productos con valor agregado. Esto se quiebra con la dictadura en 1976.
¿Por qué se da esa quiebra?
–Un planteo que hay que hacer es en qué medida ese proyecto de industrialización podía o no continuar. De hecho, se discontinuó por un problema político, no por un problema económico. La dictadura militar tiene objetivos económicos y políticos. En lo político, quebrar el eje estructural productivo que habían creado las alianzas políticas populistas. En lo económico, hay dos elementos: el retorno a la estructura agroexportadora y la “financiarización” de la economía a partir del flujo de capitales que provienen del exterior.
¿Qué efectos tuvo sobre la economía el retorno a la democracia en 1983?
–Más que con el retorno a la democracia, el cambio de la política económica se produce cuando llega Carlos Menem al poder. Lo de Alfonsín es una continuidad. Con Menem se vuelve a un proceso de valorización financiera. Se empieza a hablar de globalización, de excedentes financieros que pueden colocarse en países emergentes. Se desendeuda a los bancos con el Plan Brady y se implementan a ultranza los principios del consenso de Washington. Obviamente no sirvió para nada. El gobierno de Menem representa por primera vez en la historia argentina un gobierno de derecha, liberal y manejado por un caudillo popular que lidera el partido mayoritario. Lo que la oligarquía no había encontrado en los militares lo encuentra con Menem, que es la imagen inversa del peronismo inicial.

Teoría de Juegos III

Por Adrián Paenza

La Teoría de Juegos es una rama de la matemática o, mejor dicho, es el lenguaje matemático que trata de describir y modelar cómo interactúa la gente.
Uno de los exponentes más importantes en este campo es el matemático John Nash (inmortalizado en la película Una mente brillante). Nash consiguió el Premio Nobel en Economía en 1994 justamente por sus aportes a la Teoría de Juegos.
Quiero mostrar aquí algo más relacionado con el tema.
Para empezar, sígame con el siguiente razonamiento: por un lado, existen los juegos llamados de suma cero. Por ejemplo, si usted juega al truco o al poker con otras personas y hay dinero involucrado, todo lo que ganó uno es el resultado de lo que otros perdieron. La suma del dinero involucrado da cero, si uno cuenta como positivo lo que alguien gana y negativo lo que alguien pierde. Es decir: nadie puede ganar un dinero que otro no perdió (y viceversa).
El aporte de Nash fue considerar lo que llamó los juegos que “no suman cero”. Cuando aún no había cumplido 30 años, desarrolló el concepto de lo que hoy se conoce con el nombre de “equilibrio de Nash”. Esta es una definición muy interesante sobre lo que significa alcanzar una situación en la que todos los participantes se van a sentir contentos.
Puede que alguno de ellos hubiera podido obtener algo “mejor” si actuaba en forma individual, pero colectivamente es la mejor situación posible (para el grupo). Es decir, todos los participantes advierten que es mejor establecer una “estrategia para todos” que una individual.
Esto aparece muchas veces en el “mundo real”. Cuando se trata de un juego uno contra uno, el “equilibrio de Nash” se alcanza cuando nadie tiene nada para reclamar, en el sentido de que uno no variaría lo que hizo o está por hacer aun sabiendo lo que va a hacer el otro.
En un juego de cartas, sería como decidir qué carta uno va a jugar, aunque pudiera ver las cartas del otro.
Por ejemplo: supongamos que veinte personas van a comprar durante un cierto mes del año un determinado modelo de auto. Quizás, cada uno de ellos pueda negociar un precio que le convenga personalmente. Pero si se pusieran de acuerdo en entrar a la concesionaria todos juntos y llevaran una oferta para comprar veinte autos, es esperable que obtengan un mejor precio.
Es casi una “teoría del compromiso”, algo muy sencillo, pero nadie lo había podido sistematizar hasta que lo hizo Nash. El no estaba tan interesado en cómo alcanzar un equilibrio en el sentido de que todo el mundo va a estar contento con su posición, pero sí sobre cómo deberían ser las propiedades que un equilibrio debería tener.
Una idea aproximada de lo que hizo Nash es la siguiente: si uno recorriera a todos los integrantes de una mesa (de negociaciones, por ejemplo) y les preguntara “si todos los otros jugadores se mantuvieran en la posición que están ahora, ¿usted cambiaría lo que está haciendo?”. Esto es como preguntar si cada uno mantendría su posición si supiera que todo el resto se mantendría quieto. Esta es la lógica que sirve para alcanzar el “equilibrio de Nash”.
Mucho tiempo después de que Nash escribiera su teoría del equilibrio, el mundo comenzó a usarla. De hecho, el mejor exponente fue cómo se empezó a tratar el tema de las “licitaciones” o “remates” y presentó un ejemplo maravilloso: las reglas que gobiernan un remate son las mismas que gobiernan un “juego”. Entonces, los “apostadores” son los competidores en un juego, las estrategias son “su plan de acción”, la forma en la que va a apostar y la ganancia es quién obtiene lo que se vendía y cuánto se paga por lo que está en juego.
Para los que trabajan en Teoría de Juegos, este tipo de “licitaciones” o “remates” les permiten predecir lo que los jugadores van a hacer, aprovechando lo que saben del equilibrio de Nash y transforman reglas, que podrían ser muy complicadas, en algo “analizable”. No sólo eso: en este tipo de operaciones, cuando hay “grandes licitaciones”, cuando se habla de miles de millones de dólares, los apostadores saben bien qué hacer. Ellos saben que hay mucho dinero en juego; se pasan mucho tiempo pensando y contratan expertos para que les permitan mejorar sus posiciones.
Es obvio que en este caso estoy hablando de licitaciones gubernamentales, en las que aparecen –por ejemplo– empresas de telefonía o de Internet o de telefonía celular involucradas.
En el pasado, este tipo de licitaciones se manejaba en forma arbitraria, algo así como un concurso de belleza. Las ganaba el que seducía mejor. Como consecuencia, el resultado era que los gobiernos no conseguían que nadie pagara el verdadero valor de lo que estaba en juego, y eso sin hablar de la corrupción endémica de quienes negocian este tipo de contratos.
De hecho, con el aporte de Nash, los gobiernos tienen ahora una herramienta muy poderosa, que es la de que los interesados “apuesten” para conseguir lo que quieren, de manera tal de obtener la mayor cantidad de dinero posible. En el año 2002, con la participación de matemáticos expertos en Teoría de Juegos, liderados por Ken Binmore, el gobierno inglés escribió sus reglas para otorgar la licencia para la tercera generación de telefonía móvil. Binmore y su equipo se pasaron dos años pensando en todas las posibles licitaciones (aunque esto suene exagerado). El resultado: el gobierno inglés consiguió 23 mil millones de libras esterlinas (algo así como 46 mil millones de dólares al cambio de fines de julio del 2007). Y eso, por haber usado la teoría de Nash, quien empezó hace 50 años analizando los juegos de ajedrez y de poker, y ahora sus ideas impactan en la economía global y son capaces de generar miles de millones de dólares para los gobiernos (si es que se deciden a usarlas).
Nash, en todo caso, hizo algo muy sencillo, que hasta parece increíble que nadie lo hubiera podido ver antes. Pero claro, los que merecen reconocimiento son aquellos que “miraron en el lugar hacia donde todos apuntaban, pero vieron lo que nadie vio antes”. Quizás, ver lo obvio es tener una gran idea. Siempre hay una primera persona que lo ve.
Quiero terminar con algo que escribí varias veces: es raro que de una ciencia (la matemática) que tiene una rama que se llama Teoría de Juegos, se pueda decir que es aburrida, árida o tenga tanta gente protestando (con razón): “Yo no nací para esto”. Si es así como yo lo pienso, los comunicadores/docentes debemos estar haciendo algo mal.
¿Quién no jugó mientras fue niño? ¿Por qué no seguir haciéndolo ahora que somos adultos?

Para bajar el "índice de desdicha"

John Wasik
ECONOMISTA, COLUMNISTA BLOOMBERG

«dC«Dontempla cambios en su vida? Usted debe hacer una investigación personal. Los economistas que estudian el comportamiento llamarían a esto monitorear el "bienestar subjetivo".No es difícil decir qué no funciona en su vida. Puede ser su empleo, la carga horaria, los viajes al trabajo o las frustraciones familiares. No obstante, es útil medir cuánto tiempo dedica a actividades desagradables.El psicólogo y premio Nobel Daniel Kahnemann y el economista Alan Krueger han creado lo que llaman Indice U. Es una forma de medir cuánto tiempo pasa la gente en cosas que no le satisfacen. Es en realidad un "índice de desdicha". Le preguntaban a la gente cuánto tiempo pasan en las relaciones íntimas, vida social, actividad física, cocinar, cuidar a los chicos, trabajar y viajar al empleo. Después pedían que calificaran su nivel de satisfacción. Las comidas, los acontecimientos sociales y los momentos de ocio obtuvieron los puntajes más altos, mientras que los viajes en transporte urbano, las tareas domésticas, el cuidado de los chicos, las compras y el trabajo tuvieron bajas notas.Calificar los factores de desagrado es sólo parte del cuadro. El bienestar, como descubrieron los investigadores, es mucho más complejo. Como la característica más elusiva en los estudios sobre la felicidad, el bienestar está íntimamente conectado con la salud, el status social y la riqueza. Las investigaciones han demostrado que aunque la mayoría de los estadounidenses hacen el doble de dinero que hacían una generación atrás, dicen que no están más felices que aquella generación.Una vez que uno aísla lo que no funciona en su vida, ¿qué hace a continuación?«+Puede contratar a un entrenador, planificador o consejero. Vaya con objetivos para su nueva vida.«+ Descubra qué se necesitará para alcanzar su nueva prosperidad. ¿Una capacitación? ¿Cuánto costará? ¿Cómo pagará sus cuentas mientras tanto? ¿Qué cambios de vida deberá hacer?«+ Mientras hace la transición, no debería preocuparse por el dinero.
Copyright Clarín y Bloomberg, 2007.

martes, 7 de agosto de 2007

Hiroshima y Nagasaki

Por Carlos Duguech
El 16 de julio de 1945, en el desierto de Nevada, EE.UU., se hacía la primera explosión atómica de la historia, culminación del secreto mejor guardado por el gobierno estadounidense. La euforia de los científicos y técnicos encabezados por Robert Oppenheimer fue incontenible. Alemania ya se había rendido. Hasta la Organización de Naciones Unidas, fundada en la Carta de San Francisco el 26 de junio, daba la guerra como hecho concluido: "[...] que por dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles [...]". Para los países vencedores, fundadores de la ONU, la guerra había terminado, y lo expresaron así en el texto fundacional del organismo. Japón tenía la derrota total a la vista. Sin embargo, se instaló la idea de que las bombas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki se habían lanzado para evitar la muerte de un millón de combatientes, aserción tan mentirosa como la que se pretendió instalar en los tiempos anteriores a la agresión contra Irak, cuando se adujo la existencia de armas de destrucción masiva. La primera víctima de la guerra siempre es la verdad. Los Estados Unidos necesitaban probar sobre un blanco determinado (una ciudad abierta, no bombardeada antes). Sólo se conocía el efecto de un ensayo de laboratorio y no se podía perder la oportunidad de probarla en un acto de guerra "legítimo". En ese contexto, planificada ya la invasión a Kiushu con armas convencionales para el 1º de noviembre de 1945, nace la Declaración de Potsdam, que convoca a la rendición incondicional de Japón. Shigenori Togo, ministro de Relaciones Exteriores, recibe de Hirohito la orden de requerir gestiones de la URSS -neutral en el frente bélico del Pacífico- que permitieran pactar una rendición. Truman dio la orden de lanzamiento sin esperar la respuesta japonesa a su intimación, con condiciones que se sabían inaceptables: debía preservarse la intangibilidad del emperador. A Hiroshima, Nagasaki, Kokura y Niigata se las apartó del plan de bombardeo incendiario que oleadas de aviones desgranaban sobre suelo japonés. Estaban reservadas para la "prueba de campo" ya decidida. Si sólo una bomba era suficiente para intimidar (¡y cómo!), ¿por qué se lanzaron dos bombas atómicas, el 6 y el 9 de agosto, hace 63 años? La respuesta es que se necesitaba conocer el efecto de cada bomba: la de uranio en Hiroshima y la de plutonio en Nagasaki. Es hora ya de poner en claro que el verdadero sentido de esa tragedia: completar el tramo faltante del proyecto Manhattan.
El autor es analista de Política Internacional en Radio Universidad de Tucumán.

Desarrollo para la paz

Por Jeffrey D. Sachs
Quienes se interesen por la pacificación, la reducción de la pobreza y el futuro de Africa deberían leer el nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Sudan: Post-Conflict Environmental Assessment ("Sudán. Evaluación ambiental de posguerra"). Quizá les suene a un informe técnico sobre el medio ambiente, pero es mucho más que eso. Es un estudio impresionante de cómo el ambiente natural, la pobreza y el crecimiento demográfico pueden interactuar y provocar, con la intervención del hombre, desastres terribles, como la violencia en Darfur. Cuando estalla una guerra, la mayoría de los aparatos de gobierno buscan una explicación y una solución políticas. Es un enfoque comprensible, pero se le escapa un punto básico. Si, en vez de limitarnos a los aspectos políticos, comprendemos el papel que representan la geografía, el clima y el crecimiento demográfico en el conflicto, podremos encontrar soluciones más realistas. La pobreza extrema es una causa importante -y un presagio- de la violencia. Las regiones más pobres del mundo, como Darfur, son mucho más propensas a ir a la guerra que las más ricas. Nos lo dice el sentido común y ha sido verificado por estudios y análisis estadísticos. Como dice el Pnuma: "Hay un nexo muy fuerte entre la degradación de las tierras, la desertificación y el conflicto en Darfur". La miseria conduce gradualmente al conflicto. Primero, lleva a la desesperación a ciertos sectores del pueblo: grupos rivales pugnan por sobrevivir frente a la escasez de alimentos, agua, pasturas y otras necesidades básicas. Luego, el Gobierno pierde legitimidad y, con ella, el apoyo de sus ciudadanos. Por último, una facción puede adueñarse del poder y recurrir a la violencia para suprimir a sus rivales. Darfur, la región más pobre de un país muy pobre, encaja en ese esquema espantoso. En el Norte, la población vive de una ganadería seminómada; en el Sur, de una agricultura de subsistencia. Está alejada de los puertos y el comercio internacional. Carece de infraestructura básica (caminos, electricidad) y es extremadamente árida. En las últimas décadas, su aridez aumentó debido a una merma de las precipitaciones probablemente ocasionada, al menos en parte, por cambios climáticos producidos por el hombre. La causa principal de la mayoría de éstos es el uso de la energía en los países ricos. La merma de las precipitaciones contribuyó, en forma directa o indirecta, a las malas cosechas, la desertificación de las tierras de pastoreo, la disminución del agua y la deforestación masiva. Estos efectos resultan más letales porque el rápido crecimiento demográfico, de un millón de habitantes en 1920 a siete millones en la actualidad (cifras aproximadas), ha bajado drásticamente los niveles de vida. Resultado: aumentó la hostilidad entre pastores y agricultores, así como la migración del Norte al Sur. Tras varios años de conflictos latentes, en 2003 hubo choques entre grupos étnicos y políticos rivales, por un lado, y entre los rebeldes de Darfur y el gobierno nacional, por el otro. A su vez, el gobierno ha apoyado a milicias brutales que, con su táctica de tierra quemada, provocaron muertes y desplazamientos masivos. La diplomacia internacional se centró en mantener la paz y tomar medidas humanitarias para salvarles la vida a los desplazados y desesperados. Empero, no podremos llevar la paz a Darfur, ni mantenerla, en tanto no abordemos las crisis subyacentes de pobreza, degradación ambiental, menor acceso al agua y hambruna crónica. Apostando soldados, no pacificaremos a la gente hambrienta, empobrecida y desesperada. La paz sólo podrá alcanzarse mejorando el acceso al agua, los alimentos, la atención médica, las escuelas y los medios de vida que generen ingresos. Los habitantes de Darfur, el gobierno de Sudán y las instituciones internacionales de desarrollo deberían buscar urgentemente un conjunto de intereses mutuos. Y, a partir de él, encontrar una salida de la violencia a través del desarrollo económico de Darfur, ayudado y sostenido por el resto del mundo. El informe del Pnuma y la experiencia recogida en otras partes de Africa indican cómo fomentar el desarrollo económico de Darfur. Tanto los pobladores como sus ganados necesitan asegurarse la provisión de agua. En algunas áreas, pueden extraerla de las napas subterráneas (agua de pozo). En otras, pueden aprovechar para riego los ríos o los escurrimientos estacionales de superficie. Quizás haga falta tender cañerías hasta las zonas más remotas. En todos los casos, la comunidad mundial tendrá que ayudar a pagar la cuenta. Sudán es demasiado pobre para cargar con el gasto. Con ayuda externa, Darfur podría incrementar la productividad de su ganado mediante el mejoramiento de las razas, la atención veterinaria, la recolección de forraje y otras estrategias. Podría desarrollar una industria cárnica; así, los pastores multiplicarían sus ingresos vendiendo, entre otras cosas, animales enteros y productos cárnicos, lácteos o procesados (por ejemplo, cueros). El Medio Oriente es un mercado cercano y potencialmente lucrativo. Para construir este mercado exportador, Darfur necesitará ayuda en materia de transporte y almacenamiento, cobertura telefónica celular, energía, atención veterinaria y asesoramiento técnico. También deberían promoverse los servicios sociales, incluidos la atención sanitaria, el control de las enfermedades, la educación y la alfabetización de adultos. Se podría lograr un mejoramiento rápido y significativo de los niveles de vida con inversiones de bajo costo para fines específicos: control de la malaria, clínicas móviles, programas de alimentación escolar, recolección del agua de lluvia para uso potable y, en las zonas apropiadas, apertura de pozos de agua para el ganado y para riego. La telefonía celular podría revolucionar las comunicaciones entre las poblaciones dispersas de esta vasta región. Esto beneficiaría considerablemente la supervivencia física, los medios de vida y el mantenimiento de los vínculos familiares. El único camino hacia la paz sustentable es el desarrollo sustentable. Si queremos reducir el riesgo de guerra, debemos ayudar a que los pueblos empobrecidos -no sólo en Darfur, sino en el mundo entero- satisfagan sus necesidades básicas, protejan sus ambientes naturales y empiecen a subir la escalera del desarrollo económico.
© Project Syndicate y LA NACION El autor es profesor de Economía y director del Earth Institute, en la Universidad de Columbia.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)

lunes, 6 de agosto de 2007

CARETAS

Por J. M. Pasquini Durán

George Walker Bush, de 61 años, es hijo, nieto y hermano de políticos, profesa la religión metodista, obtuvo la licenciatura en Letras de la Universidad de Yale y la maestría en Administración de Empresas de Harvard Business School, contrajo matrimonio con Laura Welch, ex profesora y bibliotecaria, y tuvieron dos hijas mellizas, Barbara y Jenna. Es el 43º presidente de Estados Unidos, electo en enero de 2001 por el Partido Republicano, al que adhieren todos los políticos de la familia, cuyo mandato vence en enero de 2009 porque fue reelecto en 2005, cuando el electorado no se reponía del impacto que provocaron los atentados terroristas que tumbaron las Torres Gemelas en Manhattan y estrellaron otro avión en la sede del Pentágono. GWB fue gobernador durante dos períodos del estado de Texas y piloto de aviones de caza F-2 para la Guardia Nacional texana, pero se retiró a tiempo para no combatir en Vietnam. El resto de su vida la dedicó a los negocios en la industria petrolera y en el deporte profesional, mientras ascendía en el escalafón partidario alentado por la extrema derecha de los republicanos. Hasta hoy se repiten las acusaciones de que ese primer mandato presidencial lo obtuvo mediante el fraude cometido en el estado de Florida que gobernaba su hermano Jeb y la reelección gracias al espanto generalizado.
Aunque en la campaña electoral del año 2000 se definió como “conservador compasivo” y ayer en Brasil volvió a destacar el valor de la compasión en la mirada norteamericana sobre América latina, lo cierto es que las políticas esenciales de su gestión han tenido mucho de conservadoras y nada de compasivas. El catálogo completo de evidencias excede el espacio disponible para este recuento, pero alcanza con la enumeración de algunos actos emblemáticos, como las invasiones militares a Afganistán y a Irak, que han sido repudiadas en casi todo el mundo, incluso por el electorado estadounidense que le quitó la mayoría y se la otorgó a los demócratas en el Congreso. También rechazó el Protocolo de Kioto que compromete a los países firmantes a reducir las emisiones de gases y detener el efecto invernadero, cuando todas las opiniones expertas están mostrando las consecuencias dramáticas del calentamiento global, entre ellas los cambios de clima que han devastado incluso áreas de Estados Unidos como Nueva Orléans. Bush opinó que esas limitaciones podrían perjudicar la rentabilidad de los negocios en su país.
Su mayor propuesta para América latina fue ALCA (Asociación de Libre Comercio de las Américas) y logró firmar tratados con México y países centroamericanos, pero el rechazo popular en la zona y la firme posición de los países del Mercosur en la reunión cumbre de Mar del Plata, en octubre de 2005, sumado a la negativa de los demócratas y de algunos republicanos a rubricar esa política porque disminuía la oferta de empleos en Estados Unidos, terminó por desarticular el proyecto. En el Capitolio aún están cajoneados los acuerdos con Perú y Colombia, los dos gobiernos más cercanos en la región a la Casa Blanca. En la economía norteamericana, Alan Greenspan, legendario ex titular de la Reserva Federal, acaba de advertir que a fines de este año comenzarán a percibirse señales claras de recesión. Lo cierto es que ya aumentó la pobreza –el salario mínimo acaba de ser elevado después de diez años de congelamiento– y las tasas de desempleo han bajado, pero el motivo real, según destacaba ayer la cadena CNN, no es porque aumentó el empleo sino el número de “desocupados desalentados”, que ya no buscan trabajo y por lo mismo dejan de figurar en las estadísticas. En nombre del contraterrorismo canceló derechos civiles y políticos que eran motivo de proverbial orgullo para todos los que destacaban a la democracia norteamericana como el mejor ejemplo de Occidente.
El mexicano Carlos Fuentes (Contra Bush, ed. Aguilar) escribió: “Después del 11 de septiembre de 2001, la América latina ni siquiera es patio trasero. Es sótano de los olvidos”. En ese mismo texto, recordaba la arrogancia política del presidente norteamericano, capaz de afirmar que su país es “el único modelo superviviente del progreso humano”, en tanto que su canciller, Condoleezza Rice, la señora Arroz como la nombra la prensa de izquierda en Uruguay, aseguraba que los Estados Unidos “deben partir del suelo firme de sus intereses nacionales” y olvidarse de “los intereses de una comunidad internacional ilusoria”. Noam Chomsky, el lingüista de fama internacional y crítico implacable de las políticas imperiales norteamericanas, para referirse a las relaciones de la Casa Blanca con el terrorismo invoca una historia que atribuye a San Agustín. Un pirata es capturado por Alejandro Magno, quien le preguntó: “¿Cómo osas molestar al mar?” “¿Cómo osas tú molestar al mundo entero? –replicó el pirata–. Yo tengo un pequeño barco, por eso me llaman ladrón. Tú tienes toda una flota, por eso te llaman emperador” (Piratas y emperadores, ed. B).
El Bush de las “guerras preventivas”, el que se comía el mundo está en uno de sus peores momentos, el de la declinación sin remedio, porque ya está de salida y no puede, como Menem, hacerse de un tercer mandato. Peor aún: aunque pudiera no lo conseguiría porque su popularidad cae como una piedra por la ley de gravedad. Así, decidió bajar al “sótano de los olvidos”. Viene por una revancha del fracaso en la Cumbre de Mar del Plata, pero ya es imposible. Excluyó a Argentina de su gira, tal vez por el mal recuerdo, pero el presidente Néstor Kirchner debería agradecerlo: no tenía nada para ganar y encima debía preservar el orden contra las inevitables protestas populares. En pleno año electoral hubiera sido lo más parecido al abrazo del oso. Los mitines de repudio se encienden en toda la región, probando que la memoria no está perdida y que el antiimperialismo no es un sentimiento muerto, como algunos otros dogmas ideológicos, aunque hoy su vocero más sonante y tonante sea un militar nacionalista, petrolero y militante de la integración regional en la Patria Grande. El venezolano Hugo Chávez, principal orador invitado de las Madres de Plaza de Mayo a un “acto antiimperialista”, anotó bien que Bush “acaba de descubrir la pobreza en la región más desigual del mundo; ahora le falta asumir la propia responsabilidad por la injusticia”.
Algunos de los países elegidos por la diplomacia de la señora Arroz tienen más que nada valor simbólico. En Uruguay el diablo quiere meter la cola, a ver si consigue un precio para separarlo del Mercosur. Colombia es su principal aliado en la región y está pasando por un momento difícil, ya que la alianza de políticos y legiones paramilitares que asesinan campesinos le costó el cargo a la canciller de Alvaro Uribe. En Guatemala tratará de influir para que las elecciones presidenciales de este año no terminen girando hacia la izquierda y en México quiere respaldar a un presidente amigo que carga con la acusación de fraudulento y un “libre comercio” que irrita a los productores mexicanos, y allí Bush deberá explicar lo inexplicable de su política de inmigración y de la valla que está construyendo en la frontera norte de América latina. Para el viaje trajo la cara de “compasivo” y comprensivo y unas sumas miserables de “ayuda” contra el analfabetismo y la pobreza, en especial si se las compara con los gastos militares de la “flota del emperador”. Como bien señaló el presidente brasileño, la ayuda verdadera no es donar dinero sino invertir en producción y empleo, para que cada latinoamericano pueda pagarse sus propias vivienda, comida, educación y salud.
Lula da Silva señaló también, delante de Bush, que ningún acuerdo comercial o financiero, en esta época del mundo, puede ser sólo económico, sino que es ante todo político y que, por lo tanto, hay que ser muy prudente, para no preparar la mesa antes de tener la comida lista. De paso, le recordó que todos saben que en este juego, lo mismo que con fulleros, cada uno reserva un as en la manga. Brasil es el primero y quizás el más importante de los contactos que hará el presidente de Estados Unidos en esta gira, pese al compromiso reconocido y reiterado del gobierno de Lula contra el ALCA y a favor del Mercosur. Bush quiere más etanol, pese a ser el primer productor mundial, un biocombustible que se obtiene de la caña de azúcar, porque busca reducir el consumo de gasolina, no por el Protocolo de Kioto, sino porque teme que perderá, así sea en parte, la provisión del petróleo que producen los países árabes musulmanes, cuyas sociedades están ofendidas e indignadas por lo que sucede en Irak y Afganistán, pero además porque se trata de un recurso no renovable. Por lo mismo, no puede cancelar la importación del petróleo venezolano, aunque Chávez lo insulte en arameo. Ni siquiera las agresiones contra Irán han impedido que Repsol y Exxon avancen con acuerdos para operar en territorio del “eje del mal”. Kirchner y Chávez buscan petróleo en el Orinoco y después será en la plataforma marítima. Todo el mundo anda en lo mismo.
Brasil es el segundo productor de etanol, aunque algunas voces expertas se han levantado para advertir que una producción desmedida puede afectar la variedad agrícola del país, extendiendo las plantaciones de caña de azúcar en proporciones todavía mayores que las de soja. Lula acierta cuando dice que antes que la economía está la política. El jueves, con motivo del Día Internacional de los Derechos de la Mujer, unas 1300 brasileñas, vinculadas a organizaciones como Vía Campesina y Movimiento de los Sin Tierra, ocuparon cuatro papeleras, dos de ellas también se instalarán en Uruguay, para protestar contra los monocultivos de eucalipto, materia prima para la pasta de celulosa, porque los consideran “desiertos verdes” debido a que, según dicen, degradan la tierra, acaparan el agua y utilizan poca mano de obra. Aquí, en Entre Ríos, la Legislatura provincial acaba de aprobar una ley que prohíbe abastecer a las pasteras uruguayas, de manera que habría que suponer que no crecerán más las 150 mil hectáreas de eucaliptos que ya están plantadas en suelo entrerriano. La pastera Botnia, por su parte, quiere hacer un círculo verde en Uruguay, el Litoral argentino y el sur de Brasil para que no le falte materia prima. De este porte y complejidad son los problemas que enfrentan los países decididos a construir sus propias vías de desarrollo y justicia social, muy lejos de las simplezas a las que pretende reducir el discurso “compasivo” de Bush a la realidad latinoamericana. El antiimperialismo es un recurso válido para defender esa chance de progreso y, aunque sea, para que se cumpla el equilibrio que describió Susan Sontag, una lúcida y por desgracia desaparecida conciencia norteamericana: “El tiempo –escribió– existe para que me sucedan cosas. El espacio, para que no me sucedan todas al mismo tiempo”.